
Por: Ara Morales
El sábado 8 de marzo, el Colectivo Batucada Celaya 8 de Marzo, tomó la estafeta para la organización de la marcha por el Día Internacional de la Mujer. Al frente, por segundo año consecutivo, estuvieron los familiares de las personas desaparecidas -las buscadoras-, estremece ver sus caras llenas de dolor, de incertidumbre, y la fuerza de su voz al gritar sus reclamos y denuncias.
En los otros contingentes se encontraban las personas con discapacidad, las adultas mayores, mujeres con infancias (muchas niñas y niños); después, cientos mujeres con pancartas revelando la violencia que sufrimos a diario, en la casa, en el transporte público, en la calle, en el trabajo o como funcionarias públicas a las que se invisibiliza, a las que les ordenan faltar a la ley, o les quitan atribuciones de sus cargos porque no las consideran sus iguales para la toma de decisiones.
Los reclamos y denuncias visibilizan las brechas que existen para el pleno disfrute de nuestros derechos y las situaciones de desigualdad, opresión y violencias que padecemos por el hecho de ser mujeres. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, del total de mujeres de 15 años y más, el 70 por ciento ha experimentado al menos un incidente de violencia ya sea psicológica, económica, laboral. patrimonial, física, sexual o discriminación en al menos un ámbito a lo largo de su vida. Por ejemplo, se nos paga menos por el mismo trabajo y además, dedicamos muchísimas horas a las tareas de cuidado en casa o a los familiares enfermos. A esto se suma la tragedia porque cada día se comenten 16 feminicidios en México.
La marcha del 8 de marzo, congregó a más de 4000 mujeres que no cesaron de expresar en voz alta y a gritos, la necesidad de seguridad, justicia, y el cese de todas las expresiones de acoso, de violaciones a la integridad y dignidad personal. Durante una hora y media, mujeres de todas las edades marcharon cobijadas por el anhelo de una vida sin violencia.
Al terminar la marcha en la Calzada Independencia, se realizó un pase de lista de las personas desaparecidas, y de manera instintiva comenzaron los actos de iconoclastia. La iconoclastia en la lucha feminista, es una toma de un espacio.
Los derechos de las mujeres nunca se han brindado, y nunca han sido concesiones graciosas, siempre se han tenido que arrebatar o pelear. Desde esta postura es que se planta la iconoclasia como una expresión de lucha que se legítima ante tantas atrocidades, violencias, injusticias y discriminación por cientos de años.
El término iconoclasia proviene del griego eikón, que significa “imagen”, y klásis, que significa “rotura”. Surgió en el siglo VIII, cuando una corriente religiosa rechazaba el culto a imágenes consideradas no sagradas.
A diferencia del vandalismo, la iconoclasia puede representar una forma de protesta contra la autoridad o la tradición heredada. La iconoclasia incomoda porque es una forma de demandar y visibilizar los hechos que a las mujeres afectan o lastiman.
Los monumentos han sido intervenidos en distintas luchas sociales. Desde la Revolución Francesa hasta movimientos por los Derechos Civiles, la iconoclasia ha servido para cuestionar el poder y visibilizar la injusticia. Tiene un efecto de transformación, y va en sentido opuesto al discurso de obediencia, de silencio, de abuso, de violación, de castración de derechos, de abnegación, de aceptación del abuso, y de la manipulación familiar y social.
Justamente ir a tomar aquel espacio público que se nos negó, que se nos ha negado históricamente, tiene un gran efecto de transformación tanto del discurso de docilidad y obediencia que se nos ha impuesto por la fuerza a las mujeres. Pero también, el espacio desacralizado es un lugar que se presta para la acción política, para la representación, para la visibilidad masiva de los derechos vulnerados y arrebatados. Cuando el dolor, el hartazgo y el abuso han superado la capacidad de resistir, y la voz ya no alcanza para reclamar y denunciar, entonces se toman las paredes y se intervienen los monumentos, los espacios publicos. Aunque a los enfermos de poder y tiranía, les apremie más un bloque de piedra o un cristal, que el lamento de un abuso sexual, la muerte violenta de una niña o una mujer, o el dolor de una madre y su desesperación por encontrarlas.
Limpiar y restaurar la sociedad del crimen, de la violencia, del abuso, de la violación, del acoso, y sanar las cicatrices de la desigualdad ancestral de las mujeres es lo que importa. Ninguna sociedad realmente humana se puede concebir desde los tumores sociales, y los cimientos podridos de un brillante palacio que su función es esconder y simular la infamia, la mentira, la degradación y el oprobio social.
AL FINAL
La administración municipal de Celaya, cuenta con protocolos internos para atender las denuncias por acoso, hostigamiento y abuso de los servidores públicos. Pero cuando su principal representante está denunciado por violaciones a la dignidad de las personas, no se puede esperar, ni confiar en su doble discurso.