Opinión

DEL PLATO A LA BOCA. Doble o nada.

Por: José Luis Ramírez.

Preguntas obligadas que nos pueden ayudar a despejar el escenario electoral del 2024 en Guanajuato, son: ¿Qué hizo ganar al ciudadano Andrés Manuel López Obrador la presidencia de la república? ¿Fue el personaje o la agenda social y política? ¿Ambas? Lo cierto es que el triunfo fue arrollador.

El ciudadano López Obrador, llegó a la presidencia de nuestro país con un nivel de aprobación del 88%; hoy ronda el 67% en promedio, y sigue siendo tan fuerte que ha logrado cobijar los procesos electorales del 2021, al punto que hoy gobiernan en 21 estados. Su nivel de aceptación sigue siendo poderoso.

Guanajuato, es gobernado por el Pan desde hace 30 años, creció sobre el mito de la bonanza industrial y el desarrollo económico. La postal del recuerdo la presentó el ciudadano gobernador Diego Sinhue en días pasados, en donde están retratados seis exgobernadores, incluyendo un expresidente de la república. Guanajuato es uno de los cinco últimos estados en donde el Pan está gobernando.

El PAN, desde la entrega de la gubernatura a Medina Plascencia (1994), desfondó lentamente, pero de forma segura al PRI, y no le dio oportunidad de reconstruirse, por el contrario, agrupó de manera estratégica, los grupos sociales, económicamente afines a su visión de gobierno empresarial, y acertó. El dinosaurio priista, desde entonces, solo ha servido como un débil antagonista político, su mayor aportación es la transferencia de políticos profesionales a los partidos emergentes, y a una disimulada, pero efectiva participación y legitimación de los gobiernos panistas en las presidencias municipales, o en el gobierno estatal.

El próximo año, Guanajuato renovará la gubernatura, 36 diputaciones, y 46 Ayuntamientos; su lista nominal es de 4 millones 579 mil 931 electorales; la participación electoral es del 52.5 por ciento; y su votación representa el 4.90% del porcentaje electoral nacional. El ciudadano Diego Sinhue, es su mejor capital político, tiene un porcentaje de aprobación del 50.7%. Pero, acumula saldos rojos por la imparable inseguridad que ha convertido a las principales ciudades del estado en zonas de riesgo mortal para sus habitantes, y de quebranto de su patrimonio.

Originalmente, el Pan gobernaba 22 municipios, el PRI 10, Morena 3, PRD 2, MC 2, RSP 2, Panal 1, e Independientes 1; en el Congreso local obtuvo 21 de las 36 diputaciones locales. Esta composición se ha modificado, debido a las renuncias de presidentes municipales a sus partidos de origen, y su ingreso al PAN, entre otros, del PRD, independientes, y de RSP.

En relación con los otros partidos políticos, Morena gobierna 3 municipios, el PRI 5, Partido Verde 2, y Movimiento ciudadano 1. El mapa del poder estatal es claro, el PAN domina el territorio, a pesar de 30 años de gobierno, y de una brutal inseguridad que empezó a corroer los cimientos de instituciones de procuración de justicia, y de la persecución e investigación de la violencia y la delincuencia. La posibilidad de enfrentar una elección competida en el cinturón del desarrollo económico, Celaya, Irapuato, León, y la capital, es producto de sus propios errores, y habrá que decir, que Morena asoma la cabeza, por la inercia nacional, y el peso específico de la figura presidencial.

A los seguidores de Andrés Manuel en Guanajuato, el triunfo del 2018 los dejó pasmados, y lejos de responder a una tendencia favorable de crecimiento, se abandonaron en una cómoda supervivencia, y en una sistemática confrontación interna, que hasta la fecha no han superado. Sin estructura institucional, sin liderazgos reales, sin análisis, sin autocritica han navegado entre las directrices y mandatos de los líderes nacionales, y las imposiciones de personajes foráneos.

En Guanajuato, Morena ha sido incapaz de asimilar la noción de Partido en el poder federal, con la noción de partido de oposición en lo local; entre cruzarse de brazos o utilizar el discurso y las manos para salir a construir una estructura de poder político para enfrentar la elección del 2024, prefirieron la vieja estrategia de cooptar liderazgos locales para fortalecer los pequeños grupos internos, y disputarse los espacios de dirección y representación institucional. Ahora, el reto en la próxima elección es mayor, porque quienes ambicionan los puestos electorales, son los viejos opositores que reclaman su cuota de participación.

En la lógica del poder político tradicional, la selección del candidato a la presidencia de la república definirá los perfiles para las competencias electorales estatales, y estos a su vez, las municipales. En una organización estatal confrontada y dividida, la esperanza en Morena es que la nominación del candidato a la gubernatura no profundice las divisiones, ni los enconos internos. Los cuatro grupos estatales, velan armas, y en una precampaña de exhibición de fuerza política, aglutinan sus debilidades internas, y se permutan una membresía electoral de alquiler y pago.

Por un lado, Ricardo Sheffield, espera concretar el sueño que el Pan le vetó; Ernesto Prieto Ortega, levanta la bandera del Obradorismo, intentando pegar los platos rotos; Malú Micher, regresa sobre sus pasos, y a la sombra de Marcelo Ebrard; Mauricio Hernández, envuelto en la incertidumbre, espera la señal de arranque de los Pinos. Ganar la gubernatura por méritos propios, resulta improbable.

El candidato más visible es Sheffield, pero no le alcanzan los números, perdió la elección municipal de León (2021-2024) por tres a uno; en el 2018 la gubernatura por 2 a 1. Su discurso es una negación de su brillante pasado panista, e irónicamente, es su única fortaleza. En el mejor de los casos, el PAN perdería con el PAN de Morena, y quizá a eso, le podrían llamar triunfo, si de retos personales se tratara, pero hablamos de una concepción de gobierno y administración opuesta a la visión panista.

Lo cierto, es que la fuerza política del ciudadano presidente López Obrador es quien arropará nuevamente la elección estatal, sin él, Morena no pasaría de ser uno más de los partidos políticos que viven de la indulgencia y de la esperanza, que es más antigua que los pobres. Las campanadas del cambio han estado tocando desde hace tiempo en Guanajuato, pero muy pocos las han escuchado.

Ni la falsa arrogancia, ni la mezquina soberbia pueden sembrar la democracia, aún es tiempo de hacer a un lado la ambición personal y los intereses de grupos. Si vuelven a usar los patrones de selección de candidatos, e imposición del 2021; si repiten los esquemas de asignación de cuotas a los grupos de presión, estarán siendo cómplices de la gran tragedia de sangre y miedo que hoy enluta y arrincona a cientos de miles de familias guanajuatenses. Para seguir con lo mismo, nadie busca cambiar el verdugo.

 

Revolcadero.

Marchan 7 mil mujeres por las calles de Celaya, demandando el cese a la violencia y el acoso; los tendederos de la infamia se desbordan en el quiosco del jardín municipal, y se multiplican en las redes sociales. La cifra de perpetradores es vergonzosa e indignante. “Si no hay justicia para las mujeres, que no haya paz para el gobierno”.