Ma. Cristina Sierra Rojas
(Presidenta de la Fundación Colosio, Filial Cortazar A. C.)
El Cerro de Culiacán es un Coloso natural antiguamente conocido también como Teoculhuacan, Chicomoxtoc y Aztlán, su altitud es de 2,838 metros sobre el nivel del mar, (según el programa de manejo, aunque otras fuentes manejan 2,830 MSNM) un paraíso natural para la Flora y la Fauna que lo revisten, así como para los miles de visitantes de todas las comunidades y cabeceras municipales aledañas a Cortazar, Salvatierra y Jaral del Progreso, y de todo el estado de Guanajuato, de otros estados y de varios lugares del mundo. Me atrevería a decir que por estas veredas terrosas han caminado personas de todos los continentes que forman la tierra.
En esta vida todo se aprende observando, decía mi abuelo, conozco toda esta información porque yo nací al pie de la montaña, en Cañada de Caracheo, Municipio de Cortazar, Guanajuato. Pueblo mágico, no para la Secretaría de Turismo, pero sí para los que aquí habitamos y los que conocemos este lugar.
La joya natural de más valor en Cañada de Caracheo, es el Cerro de Culiacán, ahí crecí a las faldas de esta imponente montaña, en la que por muchos años estuve presente desde las cinco de la mañana para trabajar la tierra, ahí aprendí lo que es un arado, lo que es sembrar, desquelitar, abonar y cosechar con mi abuelo como guía. Por fortuna esta actividad ya no se practica, y digo por fortuna porque la Montaña ya no se ve desprovista de Flora y Fauna endémicas de la Región. Antes se veía sólo milpa y frijol, hasta mitad del cerro, y sólo hasta la zona conocida como los Encinales, se podía disfrutar de la naturaleza en toda su expresión. Ahora los mezquites se imponen, así como los cazahuates, huizaches, nopales, garambullos, palo de peine, jaboncillo, romerillo, jara, pochote, cincollaga, palo amarillo, palo dulce, encinos y un listado por demás largo y eso sólo de la flora, de la fauna se pueden encontrar gavilanes, lechuzas, gorriones, armadillos, conejos, gato montés, murciélagos, venado cola blanca y otros tantos animales conocidos.
También es un paraíso para los deportistas, se practica el ciclismo de montaña, hay varios videos en YouTube, donde se observa la velocidad que alcanzan al bajar en este medio de dos ruedas, también está el motocross, las caminatas matutinas, vespertinas e incluso nocturnas para los amantes de la luna, la oscuridad y la adrenalina, está también el ala delta y otros deportes extremos. Yo he tenido el gusto de hacer largas caminatas por diversas veredas, amo los olores y colores en temporada de lluvias, desde julio hasta septiembre. De campamento ya no voy a menudo porque entre más años pasan más le temo a la oscuridad. He practicado rapel, aunque también le temo a las alturas pero puede más mi espíritu aventurero, así que en dos ocasiones estuve deslizándome o descendiendo con cuerda por los altos riscos del Culiacán, no sin haberme encontrado en el camino un panal de avispas, lo bueno es que yo las vi pero ellas a mí no, y llegué sana y salva al fondo del barranco. Así es como se pierden los miedos, enfrentándolos, en esta montaña perdí dos: el miedo a las alturas y el miedo a los murciélagos, a estos animales dejé de temerles desde que entre a una cueva llamada la Paila, y cuyo acceso está por la comunidad de San Francisco de Los leones, Municipio de Cortazar y vecino de Cañada de Caracheo. Al encender la linterna, volaron por todas partes animales chillones, de ahí les perdí el miedo a esos animalitos alados que habitan en las cientos de cuevas que alberga este coloso, así como también alberga restos arqueológicos, botín para los saqueadores durante años.
Y sobre las fiestas o festivales que aquí se celebran, las mayor de ellas es el primero de mayo, se festeja a la Santa Cruz, es la fecha en que se visita en masas el Cerro de Culiacán y la vereda con acceso más viable inicia en Cañada de Caracheo, por ahí se ven subir a pie niños, adolescentes, adultos, ancianos, mujeres embarazadas o con niños en brazos, personas descalzas, incluso una vez vi a un hombre sin camisa que llevaba un relicario no de La Virgen del Carmen o del Sagrado Corazón, sino de nopales, llevaba una penca colgando al pecho y otra a la espalda. La mayoría de las personas suben por manda y los demás por reto, curiosidad o diversión. Los que no llegan a pie, suben en carro por un camino que inicia en Victoria de Cortazar. Ese día dicen los medios locales, suben 5,000 personas, yo digo que el doble o más y de este punto se derivan los inconvenientes.
El cerro es un área Natural sin duda, sobre que esté protegida, me cuestiono hasta qué punto. Y esto deriva del día de hoy que subí con una husky obesa e hiperactiva, que se ha vuelto mi compañera de aventuras, y al empezar a ascender, lo primero que se observa es basura por todas partes, emanada de la festividad del primero de mayo, ¿qué pasa por la mente de las personas que agreden de esa manera nuestro entorno? ¿Quién Protege la Montaña? ¿Dónde está el papel del Instituto de Ecología de Guanajuato y de las cabeceras municipales, en este caso de Cortazar, para proteger el Cerro de Culiacán? ¿A dónde se van los recursos destinados a las áreas protegidas naturales? ¿Para qué sirven las leyes y reglamentos en materia ambiental? A los únicos que he visto limpiando el camino que lleva a la cima de la montaña, son a algunas de las personas que ascienden durante el año y a los Orates de la Montaña, grupo de excursionistas, amantes del Culiacán.
“Hombre, acuérdate de que polvo eres y que al polvo volverás”, reza la biblia, y tiene razón, si todo está formado de moléculas, átomos, partículas, y la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma, al morir volvemos a esa mínima expresión, mezclándonos con el entorno, y yo en lo particular, no quiero que esas nimias partículas que deje mi cuerpo al desintegrarse, se mezclen con basura. Amo mi entorno y lo cuido, amo mi montaña y quiero que la cuiden.