Opinión

Ladrillos de Enfermedad y Pobreza. Palabras Libres.

Por: Ara Morales

En el siglo pasado, la gran mayoría de las casas de Celaya fueron construidas con ladrillos hechos en San Miguel Octopan (Tierra Fértil en otomí). En México, la producción artesanal de ladrillo es una actividad que desde hace cientos de años brinda empleos a muchas familias.  Se tiene registro de su elaboración a partir de la época colonial, y hoy en día tiene una tradición en 36 municipios el Estado de Guanajuato. Ser ladrillero es un oficio que se hereda de una generación a otra.

He tenido oportunidad de observar la producción de ladrillos, pero también he visto el malestar y la afectación a la salud de quienes los fabrican, y quienes viven a su alrededor.

Celaya cuenta con 104 hornos ladrilleros, de los cuales, 67 se encuentran en San Miguel Octopan. Las ladrilleras están a las orillas de las comunidades y de la ciudad. Los productores trabajan en lugares que generalmente no les pertenecen, y donde los servicios básicos como agua potable, drenaje, caminos o calles pavimentadas, luz eléctrica, acceso a la educación o a la salud no existen.

Muchos de los ladrilleros viven en jacales, así es de dura la pobreza, las zonas ladrilleras las identificamos por las tradicionales estructuras de los hornos, las hileras de ladrillos de adobe, y las grandes humaredas de color negro cuando están “quemando ladrillo”.

Los habitantes se han quejado durante años de las emanaciones de los materiales que se usan como combustibles, y de las partículas que se producen y se dispersan por el oeste de la comunidad, pero poco o nada se había hecho en favor de los productores, ni para los afectados.

El oficio de ladrillero se aprende en familia, los hijos pequeños de los trabajadores indirectamente a través de juegos van aprendiendo este oficio generacional. En las ladrilleras trabajan muchas mujeres, ellas recogen el barro, lo baten, lo vacían en los moldes, los mueven en carretillas, encienden los hornos que alcanzan temperaturas de 1,000 grados centígrados. Además, preparan la comida, lavan la ropa, mantienen limpia la casa y cuidan a los integrantes de la familia.

La mano de obra ocupa también adolescentes, hombres, y adultos mayores, casi todos son familiares o vecinos, trabajan desde las siete de la mañana hasta las siete de la noche. Ganan entre 200 y 400 pesos diarios en la temporada buena, es decir cuando no llueve o hace frío. A pesar de ser poca la ganancia, ésta se tiene que repartir entre todos los colaboradores, siendo el propietario del horno el que recibe la mayor parte. No cuentan con seguridad social.

Los hornos ladrilleros son estructuras piramidales que pueden “hornear o cocer” hasta 15,000 ladrillos, para ello usan madera, carbón, aserrín, coco, aceites, residuos médicos, plásticos, textiles, desperdicios de fábricas, o de tenerías, y lo más común, llantas.

Algunos de los químicos o contaminantes que se producen son: dióxido de azufre, que reacciona con la humedad del ambiente y forma aerosoles de ácido sulfúrico, llamada “lluvia ácida”; generan emanaciones de sulfuro de hidrógeno, que se transforma en un contaminante corrosivo que intoxica el aire; el sulfato de magnesio puede ser dañino a la vida acuática, su toxicidad se asocia con el pH ácido en los suelos; la materia particulada –polvo- afecta los ojos y las vías respiratorias. De los contaminantes inevitables, están el monóxido de carbono, que puede provocar enfermedades cardiacas y respiratorias, y el dióxido de carbono, que acelera el calentamiento del planeta y su efecto invernadero.

La salud de los habitantes de San Miguel Octopan, está afectada por el humo negro que emiten los 60 hornos ladrilleros de su alrededor. Desde hace años no ha sido atendida ese necesidad y reclamo por los gobiernos municipales.

En junio del 2022, propuse en la Comisión de Salud y Asistencia Social de Copladem, la creación de un Parque Ecológico Ladrillero, e invitamos a CRODE a presentar su proyecto para el desarrollo y fabricación de FILTROS LADRILLEROS para inhibir las emisiones contaminantes. En su momento se aprobó para escalar al siguiente nivel de sustentación.

En días pasados, el gobierno municipal indica que ha brindado el apoyo por 300 mil pesos para instalar un filtro ladrillero, y otro apoyo para Michinelas en relación a su necesidad de agua potable. De cierto, eso no está mal, pero recordemos que el Consejo de Planeación de Desarrollo Municipal (Copladem), es un generador de políticas públicas, es decir, debiera tener una visión global y particular de las necesidades de la población, y en virtud de ello, una respuesta municipal.

Un solo filtro, como proyecto piloto, en corto plazo, pudiera ser la justificación para esta acción aislada, pero debe plantearse un proyecto de intervención general en las ladrilleras, partiendo de la idea que el daño a la salud es enorme, son más de 15 mil personas que viven en San Miguel Octopan, y otros miles que comparten en la zona nororiente de la ciudad ese impacto ambiental.

Por ahora, ese primer paso, lo recibiremos en el Consejo de COPLADEM como un gesto de comprensión del problema social, y un reto para alcanzar a concretar una política pública que culmine en un Parque ladrillero ecológico, que resuelva de fondo las afectaciones a la salud de la población, e impactemos en el bienestar de los productores de ladrillos.

AL FINAL.

El agua contaminada con flúor y arsénico se sigue suministrando como agua potable en las colonias de la zona Nororiente         como La Herradura, Santa Rita y Los Olivos, y en las comunidades como San Juan de la Vega, San Miguel Octopan y Tenería del Santuario.

En abril del 2022, en televisión nacional, el presidente municipal Javier Mendoza Márquez prometió resolver ese gran problema de salud, pero su edad avanzada y su falta de voluntad le impide recordar sus responsabilidades. Por eso se lo recuerdo.