Opinión

“La Emperatriz 2816”

Por: Sergio Hernández

 

Ahora que se le rindió homenaje a una locomotora de vapor, “La Emperatriz 2816”, va a remarcar su historia desde que fue construida en 1930, cuando hizo el recorrido desde Canadá hasta la CDMX, como atractivo, por un aniversario de la fusión de las líneas ferroviarias, pero también lo será por la muerte de una joven mujer, que por tomarse una foto con la máquina a su espalda, no calculó lo ancho y recibió un golpe en la nuca que le quitó la vida al instante, ante el asombro de los numerosos asistentes.
Estos hechos ocurrieron en una estación de San Luis de la Paz, hasta donde acudieron numerosas personas que, con curiosidad, asistieron a ver pasar la máquina que era empujada por otra de Diesel eléctrica.
Esta máquina me hizo recordar cuando allá a principios de los años 60s, todavía circulaban las de vapor, muy grandes, contaminantes y muchísimo más ruidosas, y que de haber funcionado “La Emperatriz”, lo más seguro es que nadie se atreviera a estar cerca, ni hubieran podido.
Y lo digo con conocimiento, pues la pieza que golpeó a la mujer en la nuca, es la parte cubierta del pistón que hacía mover las ruedas, toda la toda la locomotora y con ello el tren; tenía dos, uno a cada lado y trabajaban alternadamente.
Además, cuando el pistón vaciaba el vapor, arrojaba a gran presión el agua caliente a un lado de la vía, precisamente en donde estuvieron y se acercaron erróneamente los curiosos para tomar sus fotos.
En lo personal, les tenía miedo a esas máquinas por impactantes, monstruosas, negras y ruidosas por la presión del vapor y el humo blanco de la presión, que salía por la zona de los pistones y el silbato, porque de la chimenea principal, salía el humo negro de la combustión del carbón que calentaba la caldera, y que era todo el cuerpo de la locomotora.
Sin embargo, los tamaños de las locomotoras de vapor eran diferentes, con nombres específicos para el arrastre de vagones, fueran de pasajeros o para los de carga, con dependencia del número. Una vez vi una máquina muy grande de las del tipo “Niágara”, por curiosidad conté los vagones y arrastraba 120 de los de carga.
Pero también había una muy chica, que arrastraba entre ocho o diez vagones mixtos, pasajeros, correo y carga, y aquí en Celaya la conocíamos como “La Burrita”, que salía por la mañana de Empalme Escobedo y llegaba a Valle de Santiago al mediodía, para regresar por la tarde.
Las máquinas de vapor comenzaron a ser desplazadas con la llegada de las primeras de Diesel inglesas, que se diferenciaban de las norteamericanas por el frente.
Las inglesas tenían el frente con dos parabrisas que apuntaban al cielo para romper el aire y su gran faro en medio de los “cachetes” redondos, que las hacía parecer más veloces, mientras que las americanas son las “normales” como las que se ven ahora, con cuerpos totalmente cuadrados, incluso los “frentes”.