CelayaOpinión

CRÓNICA DE UNA MARCHA EMBOSCADA

Por: José Luis Ramírez

Son las once cinco de la mañana, voy caminando de prisa para llegar al punto de reunión que señala la convocatoria que se ha difundido en redes sociales, convocando a una marcha demandando seguridad. El anonimato es el sello de la convocatoria. Nadie da la cara, intuimos que la gota que desbordó el vaso es el robo con violencia de las camionetas afuera de los colegios de la avenida Irrigación. Francisca no es el motivo, los Linces están convocando a otra marcha un día después.

A 30 metros de llegar a la esquina oriente, recibo una llamada, los manifestantes se están concentrando afuera del Santuario de Guadalupe. Asocio ideas: ropa blanca, marcha católica; otra vez ropa blanca, ¿marcha…? Llego.  Una persona a través de un megáfono está girando instrucciones,  filas de cinco en cinco, piden respeto. Están organizados,  saludo a los amigos, conocidos, y periodistas que me encuentro en espera de que avance la marcha.

Trato de reaccionar al mensaje anónimo, al rostro ciudadano, y este empieza a tener cara, son personas que se conocen perfectamente. Se ponen de acuerdo, me acerco a uno de ellos, me presento, y le pregunto por su nombre, me mira y me dice es una marcha libre. Trae un megáfono nuevecito, con bandas rojas, llega otra persona y le entrega otro igual.  Todos visten de blanco. Me retiro, y tomo lugar siguiendo la instrucción. Con mis compañeros tomamos la decisión de colocarnos al final. Calculo unas 150 personas, pero siguen llegando más. La marcha inicia.

Se han colocado unas lonas en medio de contingentes. Están en letras rojas con una leyenda que dice: ¡Basta ya! Y le sigue un largo texto, lo firman, “Madres de familia Unidas”. Una mas destaca la leyenda: Alto a la inseguridad. Jardines de Celaya. La marcha avanza en silencio, pero crece en numero, vamos por la calle de Guadalupe, doblamos en Madero. En la esquina el cronista Fernando Amate, descansa lánguido sobre un poste. Seguimos hacia el poniente, todo sigue en con “orden y respeto”. Doblamos hacia Juárez, en rumbo sur. Los hombres y mujeres de blanco, y uno que otro alunarado, siguen en silencio charlando entre ellos, o tomando la clásica selfie.

En la esquina de Juárez e Hidalgo, la marcha dobla hacia el oriente y en unos cuantos minutos el edificio de la Presidencia municipal está a reventar. Los seres de blanco han invadido el sacro edificio de la ciudadana Paniagua. El murmullo empieza, la gente hace un círculo alrededor de la fuente. Los anónimos organizadores, enfrentan el desafío de revelar su rostro frente a los cientos de manifestantes que han llegado. Es hora de quitarse la mascara.

De pronto parece que nadie atina a organizar a los manifestantes, sin embargo se van acomodando de frente a la oficina de la ciudadana Paniagua. Afuera, Mauricio Hernández y Bárbara Varela, ambos regidores, saludan a la gente y están expectantes de lo que pueda resultar.  Los rostros anónimos empiezan a tener nombre, Carlos Vásquez, Felipe Gómez orquestando todo, por ahí aparece el sacerdote de Jardines, Carlos Sandoval, Velia Hontoria saluda con frescura a su círculo de amigas de la Alameda. Desde las puertas de sus oficinas otros regidores observan sin atreverse a mezclarse con la gente.   Aparecen otros seres del mas acá, Lupita Suarez, Jesús Torres, Lupita Ferrer emisaria rojinegra, Rufus el temible excandidato del Pri. Hay caras conocidas de alto y bajo voltaje.

Desde el inicio de la marcha un grupo de Linces del Tec han marchado en bloque. Su rostro es de consternación, caminan como si fueran en un funeral. El 29 de enero desapareció su compañera Francisca Aguirre Hernández,  tiene 25 años, estudia la Maestría en Bioquímica en el ITC, hasta el día de hoy, no saben nada de ella. Buscan quien les escuche, llevan una secreta esperanza de que esta marcha les abra la puerta para que Fran aparezca. Al llegar suben por las escaleras y se instalan en el lado oriente. Sobre el barandal empiezan a pegar cartulinas con las leyendas: todos somos Fran,   Se rompe el murmullo, los chicos exclaman con voz angustiante: ¡queremos a Fran, queremos a Fran! Es un grito tímido, que va cobrando mayor fuerza.  Los rostros de los de abajo, los vestidos de impecable blanco, se miran con interrogación y asombro: ¿Quién es Fran? Se preguntan entre ellos.

En la puerta del despacho de la Presidencia entran y salen los vestidos de blanco. De la nada aparece una Comisión que entrará a dialogar con la ciudadana Paniagua. Jorge Acuña, también vestido de blanco, intenta entrar. El Secretario del Ayuntamiento, encargado de cuidar los documentos del Ayuntamiento, despliega su voluminoso cuerpo en la entrada, y le impide entrar. Hay empellones, Jorge increpa que no debe haber una comisión, que la convocatoria es de los ciudadanos y para los ciudadanos. La mascara se cae de los organizadores anónimos. Hay una lista, y desde adentro se oye la voz de del orquestador, Felipe Gómez, el buen “Pipo “quien dice, “si entras tú Jorge, nos salimos todos”. Afuera la gente se impacienta y le empieza a gritar a Elvira: ¡qué salga, qué salga…!

Las consignas empiezan a escucharse más fuerte, ahora dicen, ¡Elvira Paniagua, haz algo por Celaya!

Han transcurrido cerca de25 minutos desde la llegada de los manifestantes a la presidencia municipal. En la entrada trabajadores empiezan a colocar micrófonos y un pódium, saldrá la ciudadana Paniagua vestida de arrogancia, contrastando con la blancura y la ingenuidad de los manifestantes. La gente sigue gritando, ¡Qué salga, qué salga! Muchos ya han advertido la emboscada, la trampa es un juego pactado que se les está saliendo de las manos a los organizadores.  Hay tensión en el ambiente. Jorge Acuña habla con los regidores, y les externa su queja por el maltrato que recibió del cadenero del Ayuntamiento. Los videos y las fotografías de los sucesos empiezan a circular profusamente por las redes sociales.

En medio del enojo y la expectación de la gente, aparece Elvira Paniagua con un legajo de papeles en la mano. Pipo, quien se ha distinguido por su labor profesional en De Acero, y por el respeto en sus círculos sociales, la flanquea por el lado derecho. Atrás de él, Hugo Arias vigila las espaldas de su jefa.  Elvira Paniagua, mantiene el aplomo, está a buen resguardo. Sus ojos están enrojecidos. Su presentador, les pide a los manifestantes que guarden respeto.  Elvira acomoda sus papeles, desde el fondo se escucha un grito que dice “no estás en campaña”.  La gente grita: “queremos solución, queremos solución”. Agarra sus papeles, y se nota un temblor en sus manos, quiere hablar y las palabras no salen de su boca. Lo vuelve a intentar y lo logra.

Así empezará el derrumbe mas prolongado de un discurso sin ton ni son.  Con un saludo que se ha convertido en símbolo de complacencia política de muy mal gusto, comenzará agradeciendo a “todos y todas”, para después agradecer a los manifestantes que protesten. Da fe clara del movimiento, y en un extraño arrebato de empatía, dice, “no puedo mas que sumarme –a la marcha o las demandas de seguridad-  a ella con las mismas exigencias”.  Todos queremos pensar que no hemos escuchado esa necedad salir de su boca. Y la respuesta no se hace esperar, comienzan nuevamente las exclamaciones de desaprobación. Pipo que ahora, se ha convertido en maestro de ceremonias, vuelve a pedir respeto.

Los diez minutos y fracción que durará su discurso, la mayor parte son tiempos de desaprobación y rechazo. Menciona los tres puntos que le ha presentado la “comisión” que nadie comisiona, y ya no tan anónima,  que tomará en cuenta.  Los gritos de rechazo no le dan tregua, tiene que cortar y esperar para continuar hablando.

Hay cierta frialdad en el tono de su voz, no trasmite empatía, por el contrario produce irritación su mensaje. El ahora, desesperado maestro del derrumbe, sigue pidiendo respeto. Desde el inicio, la estrategia para sacudirse la presión ciudadana es señalar la división de responsabilidades, señalando al gobierno federal y estatal que atiendan “de manera puntual”, pero aun no comienza la siguiente palabra, y la gente descubre su posicionamiento, la interrumpe con gritos de desaprobación.

A lo largo de esos diez minutos en que se les desdibuja la sonrisa en el rostro a los comisionistas o comisionados, a los políticos y sus subalternos, se escuchan los ruegos de dejar a hablar a la alcaldesa. El transformado y ahora angustiado maestro de ceremonias, le dice a la gente que le han dejado “unos puntos petitorios”, a los cuales les darán seguimiento.

Con el rostro descompuesto todavía se atreven a pedir control a “los señores exaltados”.  La ciudadana Paniagua ha resumido sin control el fajo de documentos que intentaría leer. La causa, la señala: “escucho voces inquietas”. Y es verdad, a grito abierto, les piden compromisos, soluciones. El núcleo social mas representativo de sus electores, las mujeres y hombres vestidos pulcramente de blanco, se han atrevido a romper la cadena de fidelidades e intereses que por años los han ligado. La inseguridad, la violencia, la muerte, el miedo que ronda por calles opulentas y barrios desamparados ha estado en la mente de los manifestantes, las promesas y los sesgos de la ciudadana Presidente han calado en su ánimo. La frase ultima de Elvira Paniagua, es un disparo a la desesperanza: “yo haré lo que me corresponda”.

Los manifestantes aun con el rostro crispado y las palabras contenidas, solo se llevan la cucharada amarga de siempre:  en ocho días, los manipuladores de la marcha se reunirán posiblemente con la ciudadana Paniagua, o quizá con algún subalterno para revisar los “avances”…  la ciudad huele a ira y a miedo. En 24 horas mas en el ITC, los Linces marcharan sin Fran y por ella, ¿irán los vestidos de blanco?