Opinión

¿POR QUÉ EL DESAMOR DUELE IGUAL QUE UNA MUERTE?

¿Por qué cuando el amor se acaba terminamos deshechos?

23/09/2021

Héctor Arturo Estefanía Montero

Cortazar, Guanajuato, México

¿A quién no le gusta estar enamorado? Uno se enamora y se siente completo, ilusionado. Pero resulta que la ilusión es un trastorno de la percepción. Hay dos trastornos grandes de la percepción: las alucinaciones, o sea percibir cosas donde no hay nada, y las ilusiones, que es mirar o escuchar algo y percibirlo diferente a lo que es.

Por eso cuando te enamoras de alguien lo ves distinto de cómo es, percibes sus actitudes de un modo diferente. ¿Te ha pasado que, al principio, cuando te enamoras, dices “no sabes qué personalidad avasallante” y un año después ya piensas que tiene un carácter horrible? Pues eso pasa porque ha caído la ilusión del amor. Hay un poema que el hombre dice a la mujer: “ven a hacerme inmortal con un beso”, y claro, porque cuando nos besa la persona que amamos, sentimos que la muerte no existe. Por eso el desamor duele tanto, porque cuando alguien nos retira el amor, nos deja otra vez cara a cara con lo cruel de la vida, de que es mentira que estamos completos, que éramos el uno para el otro y con esto de que en la vida hay dolor. Ese amor nos hacía sentir protegidos, y cuando se acaba dejas de ser todo lo que esa persona te daba.

El amor genera una capa protectora por un rato, donde las cosas de la vida pareciera que duelen menos y es así porque ahí está el amor para acompañarnos, para hacernos sentir valorados, reconocidos.

Creo que pocas cosas se parecen tanto a la muerte como el desamor. De hecho, por eso los griegos veían que el peor de los castigos no era la muerte sino el destierro, porque sabían que no había peor tortura que vivir en un lugar donde no eres nada para nadie. Y cuando alguien te deja de amar, te destierra de su vida. El desamor es quedarse solo otra vez frente a la tragedia de la vida, por eso duele tanto.

¿Cuestión de merecimiento?

A veces la gente que dice “quédate tranquilo, va a salir bien porque te lo mereces” o “no mereces algo malo”, pero en la vida uno no tiene lo que se merece, a veces uno tiene lo que le tocó y punto. Hay que dejar esta idea atrás, porque la vida no sabe de merecimientos, de vez en cuando, acá decimos, ocurre un tiro para el lado de la injusticia.

Yo lo veo en amigos, que dicen: “yo no entiendo por qué me dejó, ¿qué hice mal? si le di todo lo que podía, no le fui infiel, si te juro que hice todo para que fuera feliz”.

Creen que no se merecen lo que les pasó y están buscando una razón, una injusticia en algo que no tiene ningún merecimiento, es decir, no hay motivos por los cuales merecías que te amara y no hay motivos por los cuales mereces que te deje de amar, a veces estas cosas simplemente ocurren.

Qué chistoso funciona la mente humana, porque en el enamoramiento nunca te cuestionas racionalmente por qué estas vuelto loco con esa persona, en cambio cuando se acaba sí queremos racionalizar y explicarnos desde la razón, porque como no nos gusta, queremos que la vida nos dé una explicación.

Entonces me preguntan a mí que soy el amigo de confianza, a los amigos, a los amigos de su ex, a su ex, porque nadie puede ser al mismo tiempo el problema y la solución.

No hay que ser flojos

La mente es muy haragana y suele ir a buscar las cosas donde las encontró antes, la mente humana se parece a un hámster, que lo pones en una jaula y este sabe que en un lugar tiene la ruedita, a la derecha está el agua y un poquito más a la izquierda está la comida y siempre va a buscar ahí. Cuando lo cambias de jaula, el hámster tiene hambre y va a buscar a la derecha, porque es donde estaba antes y como ahí no está la comida, se pega la cabeza contra los barrotes hasta que descubre que tiene que empezar a buscar por otro lado.

A nosotros nos pasa lo mismo, necesitamos caricias, necesitamos amor, necesitamos placer y lo vamos a buscar ahí donde lo encontrábamos antes, tenemos esta tendencia a molestar a la gente que antes nos daba todo eso, aunque el otro ya nos haya dicho que no quiere. Y como no lo queremos aceptar, le decimos: “estás confundido, te estás equivocando, tú me amas”, y lo queremos convencer de que no sabe lo que quiere, cuando sabe perfectamente lo que quiere, y no es contigo. Entonces hay que salir a buscar a alguien más, aunque nos dé “flojera”, pero no sin antes aprender a querernos a nosotros mismos.

Duelo de amor

Recientemente, se ha hablado mucho de las etapas del duelo y si son arcaicas o no. Yo en mi mente divido el duelo básicamente en tres etapas:

Impacto

Es el inicio del duelo. Es ese dolor que parece inmanejable ante la pérdida, la primera etapa es durísima y es ese golpe inicial cuando alguien muere o te dice, “no te quiero más”, o “ya no vengas a trabajar”. En ese momento el duelo empieza. Es un golpe doloroso que nos deja frente al vacío, nos deja solos, angustiados y confundidos.

Catábasis

Esta es una palabra griega que quiere decir descenso a los infiernos. En la mitología griega ha habido algunos héroes, como Orfeo, que bajaron al infierno a rescatar a sus amores. Esa es la segunda etapa porque después del impacto uno sabe que va a caer en un abismo, en un territorio infernal, sabes que vas a sufrir y mucho, que te vas a acordar, que te va a doler, que vas a tener nostalgia, que vas a extrañar, que te vas a sentir basura. Esto pasa porque sientes que no pudiste ayudar al otro para que no muriera, que sientes que no pudiste sostener el amor para que no te abandonara, entonces te echas la culpa de todo, sientes que tu amor está por el piso, o sea, caminas por el infierno durante un tiempo muy largo. Ese suele ser el momento más angustioso y peligroso, porque algunas personas no salen nunca de él.

Anábasis

Remitiéndome otra vez a los griegos lo llame anábasis, que justamente es el ascenso de los infiernos, la vuelta de los infiernos. Que es esto que decíamos, un día te despiertas y te das cuenta de que ayer no lloraste, y no es que ya no estés triste, pero empiezas a ascender, a sacarte de encima el infierno. Es como cuando te duele mucho la muela y te ponen anestesia, que se te calma de golpe y que sabemos que no es que se terminó el duelo, pero ya no es tan angustioso, tan lastimante, entonces, te despiertas y ahí empieza el ascenso, empieza el anábasis, esa salida del infierno y esa vuelta a la vida. Claro que va a llevar su tiempo, primero te reconectas con tus amigos, con tus actividades, te das cuenta de que te estás riendo un día y estás disfrutando de estar con alguien, de tener sexo con alguien cuando pensabas que nunca más en la vida. Esto indica que estás llegando al final de este duelo.

Viva el duelo

Es muy importante poder entender que para terminar un duelo tenemos que perder algo, tenemos que renunciar y entregar algo que en realidad no era nuestro. Obviamente, tras un duelo no salimos igual, salimos perdiendo algo, pero también salimos con algo que no teníamos antes, aprendimos y construimos en ese recorrido algo que no teníamos. Aun así, tenemos que aceptar que perdimos algo y que también se muere un poco de nosotros, por eso nos cuesta tanto soltarlo, porque no queremos que se muera esa parte de nosotros. Algo importante es que no debes sentir vergüenza de ese duelo. Todos tenemos derecho al dolor y es un acto de valientes, porque quiere decir que estás dando lucha, que estás tratando de reponerte de una pérdida tremenda y que estás intentando vivir.

¡Que nadie agache la cabeza por estar en duelo! El duelista tiene que levantar la mirada y con dignidad, porque el duelo es la demostración de que uno está poniendo su amor propio por encima de lo perdido.