Opinión

Muertos de miedo

Por: José Luis Ramírez

“¿Soy parte de la cura,
o soy parte de la enfermedad?…”

                      Coldplay

 

El miedo, sin duda es uno de los temas de toda la vida. Nacimos con miedo y morimos con miedo. No hay respuesta que no entrañe miedo. Al nacer cada una de las circunstancias que tengan que ver con la supervivencia tendrán que ser calculadas, porque de cierto no hay mayor miedo, que el de la muerte.

El coronavirus ha sido selectivo. No se ha ocupado de los países más pobres del mundo. Europa, los tigres asiáticos, Francia, Italia, Inglaterra, Estados Unidos, y algunos países de América han sido impactados con la histeria de un monstruo que crece desde los medios de comunicación, y se aloja en los temores más profundos de la gente. Los países pobres no han sido atacados por la peste, y si lo fueron o lo son, no merecen notas informativas, porque su pánico no vende ni compra vacunas o productos farmacéuticos.

Huir de la muerte, no ha sido la tarea más fácil para el ser humano, ha tenido que desarrollar su cerebro, su anatomía y su forma de pensar para enfrentar su aniquilamiento. El miedo mueve, pero también inmoviliza, para esas dos reacciones se requiere un pensamiento ejercitado, ágil, y un cuerpo igual, capaz de emprender la huida o de enfrentar a sus amenazadores.

Desde diciembre del año pasado la presencia del virus con corona real en China estaba detectada. Su letalidad estuvo agazapada, contenida, esperando el mejor momento para mostrar su capacidad para introducir el pánico hasta la medula de la irracionalidad, y la histeria colectiva. Nuestra primavera llegó de la mano del Covid-19, una peste que su nivel de contagio hoy vuela en primera clase por todo el mundo, y se trasmite su amenaza desde 5 mil millones de teléfonos móviles que ocupan dos tercios de la población mundial. Por cierto, se calcula que las empresas de estos servicios están invirtiendo 160 mil millones de dólares en su expansión. ¿Tiene sentido esto cuando tenemos el apocalipsis marchando hacia los consumidores?

La muerte inspiró en nuestro cerebro las emociones más rudas y más extrañas para evitarla. Pero aun así, el miedo no es un proyectil que acabe con la vida de manera instantánea. La vida es movimiento, equilibrio, calculo; el miedo es freno, desequilibrio y puede convertirse en una enfermedad tan mortal como un disparo a quemarropa.

En el siglo donde la ciencia y la tecnología es capaz de leer el código genético de un virus e inutilizarlo en meses. El covid19 tal parece que goza de inmunidad, el capital de todos los países del primer mundo, que sumados en infraestructura y tecnologías sobre biología molecular es inimaginable, poco ha hecho. El virus con corona se pasea por las calles del mundo como si nada. Y claro, solo nos queda gritar como en el cuento: ¡Qué viene el lobo, qué viene el lobo!

Observemos con calma las cifras sobre los efectos de la neumonía producida por el Covid19: Italia tiene 86 498 casos, muertos 9134; España 72 248 casos, muertos 5690; Alemania 53 408 casos, muertos 399; Francia 32 964 casos, 1995 muertos; Reino Unido 17 809, muertos 1,019; Suiza 13259 casos, muertos 241; Canadá 4 760 casos, 56 muertos. Pero hagamos, un último ejercicio de contraste: India tiene una población de 1339 millones de personas, y tenía 933 casos, con 20 muertos; Estados Unidos tiene una población de 317 millones con 104 688 casos, y 1707 muertos; China tiene una población de 1mil 386 millones de personas, con 81,996 casos, y muertos 3299; y finalmente, México 712 casos, y 12 muertos con una población de 129.2 millones de habitantes. ¿Por qué el grito de la llegada del lobo, se oye con tanta frecuencia?

Al día de hoy existen 640 752 casos confirmados de contagio por el Covid19, con un número total de 29 848 casos de muerte en el planeta. Pero comparemos esas cifras. El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de USA, indicó que entre septiembre de 2019 y febrero de 2020 durante la temporada de influenza, 34 millones de personas han contraído la gripe, y alrededor de 20 mil han muerto. Realizaron 16 millones de visitas médicas, y tuvieron 350 mil hospitalizaciones.

En el caso de México, durante la temporada de influenza estacional 2019-2020, se han reportado 269 fallecimientos por la enfermedad y cinco mil 124 casos. Igualmente, hasta el pasado 6 de marzo, el total de casos registrados, dos mil 619 corresponden al subtipo viral H1N1 –que por cierto nos desquicio con singular pánico-, mil 232 a influenza B, mil 147 a H3N2, y 126 a influenza A. Todo ello, de acuerdo con información de la Dirección General de Epidemiología

 

Para refrescar la memoria, sobre la epidemia de pánico que vivimos hace diez años, se registraron, hasta abril de 2010, 70,715 casos de contagios y 1,172 muertes confirmadas a causa del H1N1 en toda la República mexicana. Y como un dato adicional, hasta el 10 de agosto de 2011, fecha en que la OMS anunció el fin de la pandemia, hubo aproximadamente 60,8 millones de casos alrededor del mundo y 18,337 muertes a causa del virus.

Estas cifras que cito, nos pueden dar una idea para comparar este apocalipsis que vivimos con el que se vivió hace diez años, y que sirvió como los klenex, solo para limpiarnos los mocos, porque ni las personas cambiaron, ni el mundo se vino abajo, ni paró la irracionalidad en conductas lesivas al medio ambiente, ni frenó nuestros hábitos alimenticios –recuerde que el H1N1 se originó en las granjas de puercos de Estados Unidos-. Tampoco se generaron políticas públicas en nuestro país, para tener un sistema de salud capaz de enfrentar las cíclicas pestes, y en este caso, las enfermedades respiratorias. Ni equipamiento, ni especialistas se previeron, así que la contingencia no es en sí misma el problema, sino la incapacidad de prevenir y contener una amenaza sanitaria, tan violenta como un huracán o un terremoto.

El hombre no puede vivir evitando la muerte, no puede vivir entonces con miedo todos los días, esa no es su razón de existir. Una de las ironías más sutiles de los equilibrios que existen en nuestro cerebro, es que el miedo origina su propio antídoto: el valor. Cuando el valor vence al miedo, existe una gratificación, el ser humano se siente bien. En ese bienestar, es donde todo ser encuentra la razón más alta de existir. Enfrentar la contingencia sanitaria es solo una parte del problema, otra es ponerle freno a las causas que la originan, emprender con una visión distinta ya no la globalidad de la tragedia, sino la globalidad por la vida, comenzando con reglas y obligaciones muy puntuales para parar el ecocidio, las relaciones desiguales de producción y consumo. La apertura y de la ciencia y tecnología para escalar el bienestar mundial.

Recuerdo un cuento chino, que seguramente usted ya habrá leído: Había un artista que pintaba para el príncipe de Qi./  – Dígame – dijo el príncipe –, ¿cuáles son las cosas más difíciles de pintar?/  – Perros, caballos y cosas semejantes – replicó el artista./ – ¿Cuáles son las más fáciles? – indagó el príncipe./ – Fantasmas y monstruos…no tienen forma precisa y nadie los ha visto nunca; por eso es fácil pintarlos.

Vivimos un tiempo donde el miedo es una arma sicológica y de control social, diseñada para un beneficio tortuoso. Los que temen perder poder, irradian miedo para someter y controlar. El pandemónium global que estamos viviendo, sin lugar a dudas reconfigurará el mapa económico del mundo, y la primera etapa, será posicionar la fortaleza económica de los países desarrollados, mientras que para los países en desarrollo como el nuestro, el virus de la coronita, será más peligroso que Fox, Calderón y Peña juntos en Palacio Nacional.

Revolcadero. El coronavirus y la violencia en las calles tienen arrinconada a la ciudadana Paniagua. La ciudad no la necesita, con los semáforos es suficiente.