Por: José Luis Ramírez.
“No sé si te acuerdas del principio. Fue hace tan poco, pero parece tan lejano…Cuando no importaban los jefes. Cuando esto se hacía no para elevar a un hombre, sino a todos”. Esta frase tomada de la novela La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, me parece un pilar necesario para comenzar esta columna semanal.
En una entrevista Michel Foucault, respondía: “qué ceguera, qué sodera, qué densidad de ideología debería cargar para evitar el interés por lo que probablemente sea el tema más crucial de nuestra existencia, esto es, la sociedad en la que vivimos, las relaciones económicas dentro de las que funciona y el sistema de poder que define las maneras, lo permitido y lo prohibido de nuestra conducta”. Y remata esta idea, diciendo: “Después de todo, la esencia de nuestra vida consiste en el funcionamiento político de la sociedad en la que nos encontramos”.
Precisamente la política se define entre el interés individual y el interés colectivo, entre la izquierda y la derecha, y como eje, el poder político. De esta idea surge el dilema de cómo construir a través de la política el gobierno de una ciudad, y cómo se entreteje una sociedad para su sustentabilidad, partiendo de un ideal democrático, en donde todos compartan la responsabilidad de la política, y el destino de un pueblo.
Tenemos un tramado democrático, que abreva de diferentes momentos históricos, y diferentes visiones ideológicas, ahí se define el territorio y el marco de nuestras acciones políticas. Un principio básico de donde parten las acciones de todos, o deberían de partir, es la legalidad, como fundamento del orden social. Por un lado, los límites de la conducta social, civil, están abiertos hasta lo que no está prohibido, mientras para quienes gobiernan, este principio de legalidad se convierte en su norma, y solo podrán realizar las acciones que les autorice la ley.
De cierto, el ejercicio del poder político, es más viejo que Matusalén, por eso la ciencia política estudia sus aspectos teóricos y prácticos, es decir la experiencia y sus resultados, porque su fin es el bien del ser humano en su relación con sus semejantes. Solo a partir del análisis se perfilan los sistemas de gobierno, y los comportamientos de la sociedad se anticipan. La ciencia política es predictiva, y la historia es su fuente. No hay nigromancia, hay conocimiento.
Por ello, la política se estudia con un método científico para tener un conocimiento objetivo de los hechos, e influir en ellos. La política como practica de la organización social es mutable, cambia las formas de convivencia, pero el ideal social pervive. Para cambiar las relaciones de poder entre la autoridad y las personas, entre los grupos, y las organizaciones, sin que se violenten sus derechos se analizan los procesos y las estructuras, para que las decisiones políticas sean correctas. Al poder se le norma, y a las personas se les da poder para normarlo. Nada de esto es posible, si no hay un análisis y una configuración del comportamiento diverso de la sociedad, y de la pluralidad del pensamiento ideológico, así como de la expresión del poder político en el gobierno. Por eso, es necesario que se entienda la complejidad de cada acto político desde una visión científica, y multidisciplinaria, con herramientas diseñadas para evaluar los aciertos y desaciertos de los actos de poder.
Maquiavelo aconseja al Príncipe desde la experiencia (su experiencia), e intenta que el poder del Príncipe quede a salvo del derrocamiento. Estos consejos trascienden a los siglos porque son el registro del comportamiento histórico de otros principados con relación al ejercicio del poder. Por ejemplo, cuando el relevo en el principado es nuevo, afirma “que los hombres cambian con gusto de señor, creyendo mejorar… De modo que tienes por enemigos a todos los que ha ofendido al ocupar el principado, y no puede conservar como amigos a los que le han ayudado a conquistarlo, porque no puede satisfacerlos como ellos esperaban… porque los pueblos que le habían abierto las puertas, al verse defraudados en las esperanzas que sobre el bien futuro habían abrigado no podían soportar con resignación las imposiciones del nuevo príncipe”.
Del principado medieval a la democracia representativa, han transcurrido siglos, pero el objeto de la política sigue siendo el mismo, el que tres siglos antes de nuestra era referenciara Aristóteles: el hombre. Y argumenta “porque ningún hombre puede vivir bien, o simplemente vivir de no tener cubiertas sus necesidades”. Así, el fin de la política es la organización social: “las agrupaciones se organizan con miras al bien; porque el hombre obra siempre con el fin de lograr lo que cree bueno”. Y la forma de organizarse, la define como un gobierno democrático, “el de hombres libres e iguales”.
Aristóteles, desde una visión a futuro señala, “quien considera las cosas en su origen y principio, ya se trate de la ciudad u otra cosa, es el que logra una visión más clara sobre ellas”. Su capacidad de teorizar sobre la organización social con miras a vivir bien, es una ruta obligada. Quien quiera gobernar, tiene que “poseer la virtud moral a la perfección, porque su función, considerada en absoluto, requiere un artífice maestro, siéndolo el principio racional”, es decir, la combinación del carácter con las virtudes intelectuales.
En ese sentido, afirma que “La justicia es el lazo que une a los hombres en las ciudades; porque la administración de la justicia, la determinación de lo justo, es el principio del orden en toda sociedad política”. Si lo justo es vivir bien, y hemos tardado siglos para construir un gobierno democrático, eso significa que la tarea no es menor, y que requiere, no dejar de lado el ideal democrático, ni la capacidad intelectual para generarlo.
Celaya es la tercera ciudad en importancia económica, en uno de los 32 estados de la República, y llegó a ser la 3ª ciudad más peligrosa del mundo. La contradicción lógica entre desarrollo económico y debacle social, no solo requiere un profundo estudio del comportamiento social, sino las herramientas políticas para lograr el cambio, en principio para mitigar los efectos negativos de la violencia, luego para erradicarlos, y finalmente formular una estrategia de desarrollo integral que articule socialmente a la población en búsqueda del bienestar común. Lejos de ello, Celaya vive un intenso agotamiento de credibilidad, y se agudiza el deterioro de la administración municipal por la falta de un proyecto de ciudad, y la incapacidad para generarlo.
De cierto, en el análisis y el estudio de la situación municipal no deben estar exentos los grupos políticos y sus protagonistas, porque desde la visión de los que ejercen el poder político, los que están mal siempre son los gobernados, los que reclaman, los que exigen, los que señalan. Ese simplismo profundiza la crisis política, y se refleja en la confianza, y en la aprobación del gobierno municipal. Así que mientras sea parcial el análisis, solo llegará a ser un autoengaño.
Hoy tenemos enfrente un gobierno municipal que actúa en los márgenes de la racionalidad, sus alcances solo exhiben propósitos electorales anticipados, sin generar una sola línea de desarrollo para los sectores empobrecidos. Repite lo mismo que generó el estado actual de deterioro social.
Invocar el pasado como algo mejor, es un consuelo de los conservadores, pero pasar por alto lo que está peor, es un suicidio. Y claro, enumerar cada acto del gobierno municipal que causa asombro e incredulidad, es demasiado para este espacio, son hechos públicos.
Precisamente de los hechos públicos, las encuestas son un punto de referencia, y un instrumento de orientación y cambio para el ejercicio político de gobernantes y gobernados. Le comento, en la encuesta de Arias Consultores de los 100 Alcaldes más importantes de México, del mes de noviembre, a 73 días de haber iniciado este gobierno, los resultados son todo lo contrario a lo que se esperaba.
Se le pregunto a las celayenses tres cosas. Uno ¿cómo califica el desempeño del alcalde? El 32% lo aprueba, y ocupa el lugar 78 de 100; dos, ¿Su alcalde dice la verdad o miente? El 32.5% señala que dice la verdad, ocupa el lugar 81 de 100; tres ¿Cómo se siente viviendo en su municipio? El 6.5% dice que se siente seguro, ocupa el ultimo lugar, el 100 de 100.
Desde luego estos resultados no son espontáneos, con respecto al mes de octubre de este año en desempeño pierde 15.1%, y baja 15 lugares; en credibilidad pierde 16.2%, y baja 21 posiciones; en seguridad pierde 7.1% y baja 7 posiciones quedando en el lugar 100, es decir el último lugar.
La empresa encuestadora Mitofsky en el mes de octubre señaló que el ciudadano presidente municipal de Celaya era “pésimo”. Quizá con estos números a la baja, ya existe otro adjetivo calificativo que, desde luego, usted, miembro del club de mis tres lectores, ya lo tiene en mente. Volvemos a comenzar de cero.
Revolcadero. El apoyo a los comerciantes que perdieron su patrimonio en un espacio público por negligencia del gobierno municipal, no fue menos que miserable. “Los Municipios son responsables en forma directa y objetiva de los daños que, con motivo de su actividad administrativa irregular, ocasionen a las personas y en los bienes o derechos de los particulares”. LOMG