Opinión

DOBLE O NADA

Los laberintos del poder.

Por: José Luis Ramírez

 

La conformación de nuestro Estado-Nación fue producto de una lucha de ideas, si bien el núcleo del conflicto era el tema de la “propiedad”, había una discusión sobre la forma en que “la propiedad” debía ser adjudicada para crear un país con libertad, con justicia y dignidad.

El Estado-Nación, surgió de un debate de ideas, y de ello surgieron leyes e instituciones en el siglo XIX, que se modificarían en el curso del siglo XX.  Como fuente suprema, se estableció en nuestra carta magna que “la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. Esa filosofía política se ha perfilado entre balazos y albazos, y ha habido tiempos en que parece inalcanzable.

Hoy vivimos una descomposición del quehacer político que ha traído consigo una profunda crisis social. Las últimas tres décadas ha habido un desmoronamiento de la confianza y la credibilidad de los ciudadanos en sus instituciones de todo carácter. Y no porque años atrás, fuese la corrección andando, sino porque había una confrontación de visiones desde una perspectiva ética y social para mejorarlo, y por otro lado una visión conservadora y depredadora para mantenerlo intacto. Pero esa confrontación se disolvió en los laberintos del poder grupal y faccioso de los políticos emergentes. Si queremos explicarnos esta forma de gobernar, inmoral y cínica que tenemos, hay que voltear nuestra mirada hacia los datos, hacia la historia.

La impunidad y corrupción de los últimos años, de cierto no son sinónimos de incapacidad, o de ignorancia de las leyes, por el contrario, son las formas mas avezadas y perversas de torcer la ley para conseguir impunidad al quebrantarla. Para eso se lucha por el poder. Si el poder político garantiza impunidad, entonces tiene precio, y se puede comprar o vender al mejor postor.

En los últimos 30 años México tuvo un crecimiento piramidal, el nivel de educación creció, hubo desarrollo económico en la punta, se crearon mas instituciones, e irónicamente nuestra Constitución se modificó para maximizar los logros sociales, pero también para sancionar sin conseguirlo, el abuso del poder, la impunidad y la corrupción que prohijaron.

La representación política a través de los Partidos se amplió de manera artificial para que los ciudadanos tuvieran eco a sus ideas políticas, y a sus aspiraciones sociales. Se crearon Partidos para legitimar el poder imperante sin atender el principio constitucional del artículo 39, que establece, que “el pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. Suplantar y anular el sustrato popular del gobierno, así como evitar la posibilidad de darle un nuevo rumbo fue el motivo de la proliferación de “las representaciones político-partidarias”.

Se hizo énfasis en aceptar una democracia representativa, en donde los ciudadanos supuestamente ejercían el poder político a través de sus representantes, elegidos mediante el voto, en elecciones libres. De este modo, el ejercicio de los poderes del Estado y la toma de decisiones, expresaban la voluntad política que los ciudadanos habían depositado en sus representantes. Pero esto era solamente una forma de dejar en el camino la participación de los ciudadanos, y anular su capacidad de intervención e influencia en la toma de decisiones de carácter público. De esta manera, se erigían figuras políticas más parecidas a la monarquía, que a la democracia. Una elite, y sus respectivas castas políticas se acostumbraron a gobernar mafiosamente, y así, el poder unipersonal para decidir fortunas, vidas y muerte como en las peores páginas de la historia colonial se convirtió en costumbre

Por esa deformación del poder político para la obtención de lucro, se hizo cada vez más encarnizada la lucha para conservarlo, conseguirlo o ampliarlo. La representación política, se convirtió en una organización mafiosa con esos fines. Por eso, la violencia, la coacción de todo tipo fue la herramienta para suplantar la voluntad de la gente, y ocultar el sueño de los forjadores de la nación, de que “Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste”. Poder popular, sufragio secreto, efectivo y directo, pasaron a las sombras siniestras de la “dictadura perfecta” que ejerció el Pri, y que luego fue reeditada por el Pan, y el Prd en sus etapas de gloria.

Este poder político tejido de corrupción e impunidad, fue sometiendo la voluntad popular a una masa amorfa que renuncia a su libertad de elección, a cambio de no ser violentado en su persona, en su trabajo, en su derecho humano a ser feliz. En esa misma medida, se convertía en un prisionero sin derecho a expresar nada que pudiese incomodar a su carcelero. Así cada persona, reaprendió a callar, a guardar silencio frente al poder político que se alejaba de él, y de igual forma los poderosos entre más fríos y déspotas, mas afinaban las trampas para mantener el poder entre la simulación y el engaño.

El triunfo de la candidatura del señor López a la presidencia de la república, volvió a poner en el centro de la discusión si la “la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo”. Y si el pueblo es capaz de alterar o modificar para beneficio de él, la forma de su gobierno. Esto significaría escalar la forma tradicional de participar en la vida política, es decir, ir más allá del acto de votar, para incorporarse organizada y activamente en la vigilancia y control de las políticas públicas, en el diseño y desarrollo de otras mas que le favorezcan o enriquezcan socialmente. Del mismo modo, para cambiar o vetar aquellas que han sido lesivas y contrarias al interés público, aunque hayan sido votadas por los elites o los grupos de poder estatales, regionales o municipales.

Estos aires democráticos que refrescan suavemente a todo el país, también ponen a prueba la capacidad de gobernabilidad de todos los protagonistas, mas allá de su filiación. Son tiempos de cambio, de exigencias populares que se despiertan. Hay una nueva realidad que exige en principio, la legitimización del gobierno y sus representantes en todos los niveles, ya no frente a los sectores privilegiados que les concesionaban, compraban, vendían o rentaban el poder político a su antojo, sino frente a los ciudadanos en general, porque hoy el tamiz ciudadano se hará más selectivo, y exigente. Se han roto los esquemas del poder corrupto que lo aprisionaban.

El enorme poder que hoy México tiene en sus manos, no es la mayoría en la Cámara de diputados y en el Senado de Morena, que sin lugar a dudas serán los gestadores del nuevo mapa social, económico y político, sino el poder de 30 millones de mexicanos que estarán agitando la conciencia de millones mas que fueron incrédulos ante la posibilidad de reformar el viejo y caduco sistema político, diseñado para secuestrar la voluntad ciudadana y gobernar en su nombre. Eso generará un sismo todavía impredecible en su magnitud, para aquellas fuerzas políticas enfundadas en sus hábitos, y viejas costumbres de gobernar en el repugnante estilo donde predomina la impunidad, la colusión y la corrupción. Hay una fuerza ciudadana que viene a gobernar, de eso estamos hablando. Paren bien los oídos.

Revolcadero. Al ciudadano Lemus no le alcanza el cochinito de la tesorería para ayudar a las centenas de familias que perdieron su escaso patrimonio con la inundación. Ni con un litro de cloro cooperó, la remodelación que hizo a 4 oficinas por casi dos millones de pesos lo dejaron sin morralla. Está pasando la charola a la ciudadanía. ¡Aguas!