Opinión

ADELITAS NO “JUANITAS”. Palabras Libres

Por: Ara Morales

La Revolución Mexicana fue el movimiento armado iniciado en 1910 para terminar la dictadura de José de la Cruz Porfirio Díaz Mori​, conocido como Porfirio Díaz, y que culminó oficialmente con la promulgación de la nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, esta lucha social es la primera a nivel mundial en reconocer las garantías sociales, y los derechos laborales colectivos.

Al inicio del mandato de Porfirio Díaz se dieron sublevaciones de gente del antiguo régimen liberal, que aunadas a una serie de acontecimientos políticos, económicos, culturales y sociales fueron punto clave para el surgimiento del movimiento de la Revolución Mexicana. Entre las causas, encontramos: primero, las políticas, un régimen envejecido ante la ausencia de integración o formación de nuevos dirigentes y el empuje natural de las nuevas generaciones. Segundo, causas sociales, la mala administración de la justicia, la riqueza acumulada en poder de solo unos cuantos, y la extrema pobreza de la mayoría de la gente. Tercero, condiciones infrahumanas de los campesinos, quienes aparte de carecer de tierras sufrían el maltrato de los capataces, imperando en todo momento las condiciones de servidumbre. Cuarto, condiciones inhumanas de los obreros en las fábricas, ante extensas jornadas de trabajo, que iban de 14 a 16 horas diarias, a cambio de un salario miserable e injusto. Quinto, la adopción de la cultura francesa sobre la cultura nacional pero, sobre todo, la incapacidad del general Porfirio Díaz para comprender las necesidades de justicia social, y de participación política de los hombres y mujeres del naciente siglo veinte.

Con respecto a la Revolución Mexicana, conocemos las causas que, de 1911 a 1914, dieron origen a la sublevación de hombres y mujeres en el estado de Guanajuato, éstas causas fueron:  A) que el impuesto predial era desigual entre los dueños de la tierra (los del distrito de Silao, principal foco de sublevación, pagaban más que los de León). B) durante el porfiriato (1876-1911), el apoyo financiero y legislativo no era suficiente para reactivar la agricultura en Guanajuato. C) Los líderes del movimiento armado buscaban ocupar los cargos de los distritos políticos, y de los Poderes Ejecutivo y Legislativo del estado, esto con el objetivo de reformar las leyes que consideraban opuestas a sus intereses, tal como sucede actualmente. Diversos jefes de la revolución se manifestaron en contra de que Francisco I. Madero permitiera la continuidad gubernamental de los porfiristas, y que dejara a muchos maderistas fuera del gobierno revolucionario.

 

De 1914 a 1918, la lucha armada, que cubrió todo el estado de Guanajuato, continuó porque el gobierno carrancista, es decir la facción ganadora en términos militares, confiscó las tierras de los llamados enemigos, las cuales entregó a los pueblos de la entidad. que venían solicitando la devolución, porque aseguraban que les pertenecían desde el periodo colonial. Por ello, los enemigos de los carrancistas financiaron y conformaron fuerzas armadas para atacar a los solicitantes de tierras,  otra causa de la contienda fue, la actitud antirreligiosa y anticlerical de la facción ganadora, como el cierre y saqueo de templos, expulsión de sacerdotes, incautación de las propiedades urbanas y rurales de los clérigos.

Las mujeres guanajuatenses, apoyaron a los rebeldes revolucionarios que  por lo regular eran sus familiares: padres, esposos, hermanos. Ese apoyo consistía en proporcionar parque, cuidar a los enfermos, alimentarlos, obtener información sobre los enemigos y los lugares a combatir, muchas de ellas fueron apresadas, torturadas y también perdieron la vida.

De las mujeres revolucionarias de Guanajuato, una de ellas fue Mercedes González viuda de Robles, dueña del rancho de Santa Faustina, en Silao; junto con otros propietarios, patrocinó el movimiento maderista, que encabezó en el estado el profesor Cándido Navarro. Otras de las mujeres implicadas en la sublevación fue Carlota Bravo, esposa de Cándido Navarro, quien se encargaba de invitar a personas de diversas partes de la entidad para que se integraran a la lucha maderista. En el norte del país, con el apoyo de su familia conseguían armas  y dinero, además de ser promotoras del Plan de San Luis que convocaba al levantamiento de armas para culminar con “la dictadura de Porfirio Díaz y establecer elecciones libres y democráticas”, y el Plan de Guadalupe, que fue proclamado en la Hacienda de Guadalupe, Coahuila, el 26 de marzo de 1913; en este documento Venustiano Carranza desconocía a Victoriano Huerta como Presidente de la República, así como a los Poderes Legislativo y Judicial de la Federación y Gobiernos Estatales que reconocieran al régimen usurpador.

Otra mujer destacada en las filas de la revolución fue la coronela Carlota Miramar, «brava hembra» del grupo del general Simón Beltrán, quien tenía su cuartel en la jurisdicción de Valle de Santiago. Ambas personas publicaron en octubre de 1912, un desplegado dirigido al pueblo, a los trabajadores y a los dueños de los ferrocarriles que pasaban por los estados de Guanajuato, Querétaro y Michoacán. En donde advertían de los ataques que el grupo de Beltrán efectuaría contra los trenes que transitaran por dichos estados, así como del fusilamiento de los individuos que participaran en la reparación de las vías férreas que destruyeran los mencionados rebeldes.

Otras protagonistas de la revolución fueron Juliana Ramírez, Emilia Alejos, María Refugio Acosta, Telésfora Quiroz, Elena Almanza, Francisca y Porfiria Robles, familiares de villistas regionales, ellas fueron aprehendidas en 1918, al abastecer de municiones a los rebeldes revolucionarios.

 

Debemos señalar que la lucha armada de las mujeres revolucionarias no fue bien vista por una parte de la población, que se abstuvo de inmiscuirse en la contienda. Ellas fueron tachadas, de mugrosas, léperas, abusivas, abastecedoras de aguardiente y mariguana para la tropa, de comideras, «galletas de capitán», soldaderas, pelonas, guachas, juanas, sobre todo, por las personas adineradas, o que comulgaban con Porfirio Díaz.

El saldo del movimiento armado fue la Constitución de la república mexicana, con más solidez, más fuerte; con mayor énfasis en los derechos del pueblo a la educación, al trabajo, a la justicia, a la salud, a la tierra, y a la modificación pacifica de su gobierno. Pero, el reconocimiento de los aportes de las mujeres, desde la independencia hasta la revolución, no fueron correspondidos. Los derechos políticos, a elegir y ser elegidas para los cargos de representación popular, fueron negados, omitidos, generando discriminación, desigualdad, atropellos, precariedad económica, así como una cultura machista y de violencia física, que arrinconó a las mujeres en México, negándoles en la práctica a ser protagonistas de la historia escrita.

De las soldaderas de la revolución a las primeras regidoras, diputadas, senadoras, gobernadoras se tuvo que construir caminos en la adversidad, que fueran paralelos para disminuir las ventajas culturales, profesionales, y de experiencia en las labores de administración y gobierno. El derecho al voto reconocido en 1953 para las mujeres no borró los siglos de dominación cultural, ni abrió las puertas para la equidad política, ni para que el reconocimiento de otros derechos fuesen comprendidos y emprendidos para su cristalización.

Las grandes transformaciones culturales de los años sesenta en el mundo, tuvieron un impacto en México, que se expresó sobre todo en la cultura, el arte, la educación y fueron detonantes de un cambio de paradigmas en el comportamiento social, y político de las mujeres. Los movimientos revolucionarios en el orbe, y las nuevas formas de expresión y lucha política como las organizaciones gremiales, y partidos políticos tuvieron una nueva estampa, mujeres y hombres salían codo a codo a marchar. Otra vez, su presencia en las movilizaciones de los ferrocarrileros, de los médicos, de los maestros a finales de los años cincuenta e inicios de los sesenta, fue determinante. Esta presencia tiene su momento culminante en las históricas marchas del 68, del 71 y no parará. A pesar de ello, y que la lucha real por los derechos políticos no tiene género, sigue habiendo desigualdad en las posiciones de decisión y ejercicio del poder público que dificultan la justicia para todos.

La reforma política del 77 abrió por primera vez, la puerta para que las mujeres comenzarán a ocupar los espacios legislativos, y de poder público, los derechos arrinconados comienzan a salir y ocupar los espacios de reflexión y opinión pública. No solo son los derechos reproductivos, son también el derecho a la plena igualdad laboral, cultural, educativa, y los derechos políticos, que son fundamentales para la agenda de transformaciones en busca de la equidad entre todos los seres humanos.

La vida política para las mujeres tiene una segunda etapa a partir del siglo 21, el desarrollo tecnológico, industrial, económico, artístico, cultural, educativo que se da bajo nuevos comportamientos de producción, reafirma la necesidad de ampliar los márgenes de participación política. Las mujeres pasan de ser las reinas del decorado monárquico en el primer mundo, a ser Primeras Ministros, Presidentes, gobernadoras, diputadas, activistas, empresarias con poder de decisión y de influencia política. La oleada feminista, inunda el mundo, pero en México no alcanza a cimbrar y modificar los entornos de poder y administración pública para dejar atrás la desigualdad, y abrir rutas afirmativas que posibiliten legalmente la obligación del derecho a la igualdad sustantiva, real.

Las modificaciones legislativas en el curso de este siglo posibilitaron que se considerara la desigualdad cultural y jurídica como una carga objetiva para el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres. Es así como se establece la obligatoriedad del estado de tratar bajo una perspectiva de género cualquier asunto que enfrente a las mujeres en desigualdad con la cultura patriarcal de los hombres, y ofrecer condiciones de igualdad, no solo en cantidad sino en calidad.

La paridad de género en la vida política, enfocada en la distribución equitativa de las posiciones de representación popular, no solo se establece a partir del numero paritario, sino se recompensa en calidad, sobre la base de la existencia de condiciones subjetivas de dominación, y manipulación como la utilización de mujeres para cubrir la distribución obligatoria, pero que en la realidad son simulación o fachada.

La obligatoriedad paritaria en las candidaturas, en su momento fue un avance cuantitativo, a partir de la elección intermedia del 2021, y ahora con la elección del 2024, las elecciones tendrán que sujetarse a un nuevo criterio, la PARIDAD DE GÉNERO SUSTANTIVA, es decir, las mujeres tendrán preferencia en las contiendas en donde tengan condiciones de competir de manera favorable. Las “juanitas” se acabaron, los abusos terminaron.

Esta nueva situación no es un regalo, es parte de esa deuda histórica que por siglos mantuvo en el atraso y la ignorancia a las mujeres con el propósito de contar con modelos familiares que permitieran un mayor beneficio a los empleadores de mano de obra masculina, y en su momento la mano de obra femenina depreciada para obtener mayores beneficios.

Desde la lucha revolucionaria, las mujeres no hemos dejado de luchar en contra de la discriminación para estudiar, proponer, educar, innovar, legislar, contender, gobernar municipios y obtener puestos de primer nivel en el estado. Gracias a ello, esa desigualdad ha sido modificada, de forma lenta pero consistente. Por ello, a partir de la elección del 2024 el escenario legislativo, administrativo, gubernamental será otro. México será otro.

Las encuestas para la presidencia de la república hoy tienen una preferencia muy marcada que supera el 65% por Morena, y la posibilidad que la Doctora Claudia Sheinbaum sea su candidata es muy alta. De este modo, el tiempo de las mujeres está tocando a la puerta, las adelitas, las soldaderas de la revolución sabrán que su vida y su lucha no fue en vano, que al igual que Sor Juana de Asbaje, “siempre nos causa más contento poner riquezas en nuestro entendimiento que no nuestro entendimiento en las riquezas”. Todo para todas.

AL FINAL.

Paridad de Género Sustantiva: este criterio es un parteaguas en la igualdad de los derechos de las mujeres, ya que todos los partidos políticos nacionales deberán emitir reglas que garanticen la postulación de candidatas mujeres en los estados donde tengan ALTAS POSIBILIDADES de gobernar.