Opinión

TODO O NADA

Yo juego a que te creo.

Por: José Luis Ramírez

 

Miente, que algo queda. Esa es la vieja y recurrente idea de los estrategas en esta guerra electoral. Para los aficionados al juego de póker, la palabra sería, blofea; para los del barrio, vendría a ser algo como, alardea. La publicidad y propaganda política, trata de dejar información en la memoria de quien la recibe mediante los medios impresos, digitales, auditivos o visuales, sea cierta o falsa. Ello, influira para intentar ganar la partida, o por lo menos una buena rebanada del pastel.

El sábado pasado comenzó el carrusel sexenal para disputarse la gobernatura de Guanajuato. El Senador con licencia, Gerardo Sánchez, quien traía a su espalda una lápida mas pesada que la que cargó el pípila, por haber votado todas las reformas “estructurales” y haber cobijado desde su investidura las tropelias grandes y chicas del gobierno federal, dio comienzo a su campaña desde la capital. Su discurso, blofeo o alarde, no sacó chispas, ni prendió fuego como para quemar la puerta azul de la Alhóndiga de Granaditas. Recordemos que en sus cuatro esquinas estuvieron expuestas por meses, hasta secarse la piel, las cabezas de los insurgentes que abolieron la esclavitud, y forjaron el México independiente. Mal lugar para iniciar una campaña, y arengar a un pueblo harto de la corrupcion, el crimen, la impunidad que han propiciado desde palacio nacional. Fue tan gris la presencia del dinosaurio priísta en Guanajuato, que ni siquiera estuvo el candidato presidencial, la lógica de esa decisión era impedir el contraste con el Pan, que había anunciado 20 mil asistentes al inicio de su campaña. El ciudadano Sánchez le restaría a la ya deteriorada imagen del tercerón en las encuestas, Pepe Toño Meade. Los entusiastas de las cifras señalan 4 mil concurrentes a su testimonial perorata del cinismo.

El domingo, en otro sitio simbólico para los mexicanos, Dolores Hidalgo, arrancó la campaña el panista Ricardo Shiefield, solo que ahora con el traje de Morena, y rodeado por una nutrida disparidad de aliados priistas, panistas, perredistas y mas. Con la presencia, en el mejor de los casos, de 1000 asistentes, arengó con un dramático acento sobre nuestra inseguridad; clamó al viento sobre su honorabilidad, y blofeó sobre su oferta para darnos un estado tan seguro como sus convicciones politicas. Su padrino de arranque fue el expresidente nacional del Pan, Gérman Martínez, y un desairado Leonel Godoy, que aun traía el tufo perredista. Los estrategas sacaron a AMLO del reflector guanajuatense, no había músculo que mostrar ni presumir. A sus diligentes oyentes, una banda grupera les resarció el ánimo. Ya huelen a camposanto decían los lugareños. Como un dato aparte, no hay que pasar por alto que sus militantes tomarían un día después, sus oficinas estatales en reclamo por la discriminación y exclusión hecha por sus dirigentes. La sangre morena, dicen sus detractores, se convirtió en moronga.

El domingo en Celaya, Diego Sinhué, vio cumplido su sueño virreinal. De la mano de Riky Anaya, se placearon ante una multitud de experimentados degustantes de tortas y refrescos. Banderas azules contrastaban contra un lunar tímido de amarillentas o amarillosas banderas pueblerinas de los aguerridos “Chuchos”. Dos, destacaron en las fotos por su notable aburrimiento, Navarrete y Ortega, quienes nunca quitaron los ojos de su página de Facebook. Estaban pegados a las encuestas, esperando que sucediera el milagro de la resurrección de Riki, el segundón en las encuestas.  Quien no perdió el tiempo fue Sinhué, tiró rollo a diestra y siniestra. Todos saben que él, pintó de azul y rosa, casas y edificios por todo Guanajuato, pero tambien con su benefector Miguel Marquez pintaron de rojo sangre nuestras calles. No lo presumió. Desde la sombra, el ciudadano Marquéz demostró su fuerza,  su capacidad de movilizar mas de 15 mil almas que deambularon por el panteón municipal de Celaya,  hasta llegar al estadio de futbol. Fue como ver un ejército salir del inframundo y regresar a las profundidades de la inconciencia y la sinrazón.

Arturo Camarena, otro miembro del clan de los resurrectos, abrió su campaña para la gubernatura a la sombra del PVEM. Dicen en el cuentometro político, que lo escucharon en Silao mas de mil aficionados al arte canoro del pájaro verde, ya casi cuervo porque ha sido la sombra de rex, el dinosaurio priista y sus hijuelos, como aquel que quiere “amarrar a la bestia de la inseguridad", pero no puede porque le estorban las garritas. Camarena, plañó también por la inseguridad en que vivimos los mortales, prometió cuidar el aviario guanajuatense, sin comerse los huevos.  Nos dijo que ha perdido la sonrisa por lo mal que vivimos, ahora es un hombre de pico triste, pero cuando él sea gobernador todos volveremos a ser felices, y piaremos desde el amanecer hasta el anochecer. Se le olvido decir que este partido, con su socio el Pri, y Nueva Alianza, han sido los impulsores de la Ley de Biodiversidad que da manga ancha para la explotación de la tierra y el agua en beneficio de las empresas mineras, y en detrimento de los bosques y la vida silvestre que aún vive en ella.

Ahora que escribo este anacrónico libelo, recuerdo a Luz Casal, aclaro, no es una  filósofa de altos vuelos como Walter Riso, ni un intelectual de la profundidad de Cuauhtémoc Sánchez, que suelen ser fuente de reflexión filosófica de líneas argumentativas mas contundentes y serias que las mías, pero sí afirmo con todas las de la ley, que canta bonito, y dice en unos versos que seguramente usted recordará: “tu juegas a engañarme, yo juego a que te creas que te creo”.  Pienso que cada tres y seis años, ese es el juego que todos jugamos en México. Pero los políticos, conocedores como nosotros, de este cíclico entretenimiento, nos hacen cada día más fácil la siguiente jugada: votarlos, o botarlos.

Revolcadero. Por si alguno, está interesado en las estrofas de la antes citada canción, les dejo, a coro, unos versos mas: "y no me importa nada nada (nada), que rías o que sueñes, que digas o que hagas, y no me importa nada, por mucho que me empeñe, estoy jugando y no me importa nada". ¡Servidos amigos de la payola!

 ¡Ah, perdón!  Me faltó el coladito, pero…