Opinión

Lo que importa es ganar el poder, no el futuro de México

Aquiles Córdova Morán

Estamos ya en plena carrera electoral, tanto por las gubernaturas en 2017 como por la presidencia de la república en 2018. Esto no tendría por qué llamar la atención si no fuera porque las difíciles circunstancias del país y por la forma en que partidos, precandidatos y politólogos profesionales aprovechan la situación para encauzar el voto de los ciudadanos hacia la corriente política o el candidato de sus simpatías. Con base en lo que veo, escucho y leo, me he formado la opinión de que, aunque los pronunciamientos varían en los problemas que abordan, en la manera en que lo hacen y en las causas a que los atribuyen, todos coinciden en que, en el fondo, las crisis política, económica y social en que nos debatimos es culpa inequívoca y exclusiva del actual Primer Mandatario y de sus colaboradores más cercanos, particularmente del ex Secretario de Hacienda, y del Secretario de Gobernación. E inmediatamente después de ellos, se culpa a su partido, el PRI, al que reclaman la responsabilidad por la selección y la supervisión de los funcionarios salidos de sus filas. La conclusión es tan simple como fácil de aplicar el remedio: hay que “sacar al PRI de Los Pinos” y colocar en su lugar a los candidatos del propio partido o de la corriente política con la cual simpatiza el politólogo en turno. México se convertirá así, del infierno que es hoy, en una verdadera jauja con ese solo cambio de hombres en el poder.

Vayan a manera de respaldo de lo que digo los siguientes ejemplos:

 a).- Preguntado sobre la “parálisis” en que, según dicen, está sumido el Presidente ante la ofensiva de la ultraderecha contra su iniciativa sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, un conocido intelectual aseguró que tal “parálisis” no es de ahora, sino que viene desde los terribles e inexplicables secuestro y probable asesinato de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Gro., el “grave error” de la reforma educativa que puso a “los maestros” en pie de guerra, y los crímenes espeluznantes de Tlatlaya, Edo. Méx., y Tanhuato, Mich. En un artículo posterior firmado por un prestigiado columnista sobre temas políticos, se hacen las mismas acusaciones y se agrega el imperdonable “error” de haber prohijado la aparición de las “autodefensas” comunales que se han salido de su control. En este trabajo se afirma que la culpa del gobierno en el caso Ayotzinapa consiste en que, al no entender la trascendencia del hecho, se actuó con poca energía y fuera de tiempo, provocando con ello que un crimen de carácter local se transformara en “un crimen de Estado” (sic). Salvo esto, que si he de ser sincero no me parece muy claro ni lógico, en las demás imputaciones no se gasta una sola sílaba para explicar por qué se considera a éste gobierno culpable de los horrores de Iguala, del empecinamiento y la violencia con que los “maestros” reclaman la derogación de la reforma educativa, o de los abusos de las fuerzas del orden en Tlatlaya y Tanhuato.

b).- Entrevistado en la Cámara de Diputados, un representante de la bancada panista aseguró sin titubeos que los problemas económicos son fruto “del manejo irresponsable de la economía” por el gobierno actual, sin agregar nada más. Pienso que a todos los que lo escuchamos nos dejó con la duda legítima de qué fue en concreto lo que se hizo mal, en qué precisamente consistió el “manejo irresponsable” de la economía y qué debió hacerse para evitar la crisis. En fecha más reciente, oí con verdadero interés a los líderes nacionales del PAN y del PRD asegurar, en un noticiario matutino de la TV, que la devaluación del peso obedece al exagerado incremento de la deuda nacional, que ha superado el 100% en este sexenio. En mi artículo anterior intenté (no sé si bien o mal) mostrar que no es fácil explicar la caída del peso en términos de la teoría económica al uso, lo que deja como única explicación posible el ataque especulativo en su contra, maniobra que no pertenece a la ciencia económica sino al abuso extra económico de los fuertes contra los débiles. Y lo hice pensando, precisamente, en la rotunda sentencia del diputado panista. Ahora añado que, aceptando que sea verdad el incremento excesivo de la deuda, eso no basta tampoco para explicar la devaluación del peso; hace falta medirlo como porcentaje del PIB para demostrar el riesgo (como se hace en todo el mundo) y, además, probar que se destinó a gastos improductivos que solo incrementaron el circulante pero no el valor del PIB. También aquí me quedé esperando la explicación completa de los señores jefes del PAN y del PRD.

c).- Otra imputación gratuita (que por cierto también manejaron los jefes de PAN y PRD) es la corrupción que ahoga al país. Es del dominio público, además, que un fuerte aspirante a la presidencia de la república ha hecho de esto su bandera principal y asegura que si llega a la silla erradicará el mal y, con el ahorro que con ello obtenga, remediará la pobreza y la desigualdad de las grandes masas populares. Me he permitido decir en varias ocasiones, y ahora repito, que es una falacia culpar de la corrupción (que todos deberíamos saber que es consustancial a la economía de libre empresa) a un solo sexenio y, peor aún, a un solo Presidente. Opino que si tal error es disculpable en un mexicano común y corriente, no ocurre lo mismo con líderes, con aspirantes al gobierno o con columnistas y politólogos que, por razón de su oficio, están obligados a penetrar en la esencia de los hechos y a hablar a la gente con la verdad. Y es todavía más imperdonable en partidos y políticos que ya han sido, o son hoy, gobierno y que, por tanto, en vez de “denunciar” a sus oponentes, deberían decirnos qué hicieron o qué están haciendo para combatir el problema. Sostengo que prometer acabar con la corrupción sin tocar el modelo económico, o es malicia o es ingenuidad peligrosa, porque se olvida que la verdadera corrupción, la que daña al país, no es la del policía de crucero que “muerde” a un automovilista, ni la del empleadito que cobra por un servicio que debe ser gratuito, sino la de empresarios que llevan una doble contabilidad para evadir impuestos, la de quienes envían su dinero a los paraísos fiscales con igual fin, o la de altos funcionarios que protegen la ordeña de los ductos de PEMEX y a los grandes corporativos gasolineros para que estafen a los consumidores con litros de 750 mililitros. ¿A esos va a meter en cintura MORENA sin tocarle un pelo al modelo económico?

d).- Por último, en un artículo de fecha 21 de septiembre titulado “La renuncia”, se afirma que “… el Secretario de Estado, John Kerry, hizo un enérgico reclamo al gobierno mexicano por haberle dado tratamiento de Jefe de Estado al magnate (Donald Trump aclaro yo) exigiendo la inmediata renuncia del responsable del desliz diplomático”. Y luego de un punto y aparte, subraya, “Por decirlo de otra forma, Barack Obama pidió la renuncia de Luis Videgaray Caso, y el gobierno mexicano se vio obligado a concederla para evitar un desastre económico de mayores consecuencias”. Por un momento tuve la  esperanza de que, por fin, alguien se atreviera a enderezar las cosas lanzando una documentada denuncia y una encendida protesta contra la arrogancia del imperio que tan sin recato, y solo amparado en su poderío económico y militar, se atreve a inmiscuirse abiertamente en asuntos que competen a los mexicanos y a la soberanía nacional. Pero no; era otro golpe, uno más, a la figura presidencial, para seguirla debilitando con el fin de asegurar su derrota en las elecciones que vienen, sin reparar en que con ello se debilita también la unidad y la solidaridad de la nación entera, dejándola inerme e indefensa ante sus enemigos del exterior.

Dije y digo que no me interesa quién sea o cómo se llame el  Presidente de México o su Secretario de Hacienda; que haría y diría lo mismo si se llamara Felipe Calderón o Andrés Manuel López Obrador, porque soy un insobornable convencido de que, en la época del imperialismo más rapaz, violento e inescrupuloso de la historia de la humanidad, a los países débiles y rezagados no les queda más recurso para la defensa eficaz de sus intereses que la unidad y la solidaridad nacionales en torno a un modelo económico justo y equitativo con todos, pero especialmente con los que menos tienen, y en torno a un poder nacional comprometido con dicho modelo. No estoy de acuerdo, por eso, con quienes hacen labor de zapa contra el poder presidencial sin decirnos qué es lo que proponen colocar en su lugar; y no estoy de acuerdo porque, al obrar así, fracturan la unidad nacional y debilitan los lazos de solidaridad entre todos los mexicanos solo para alcanzar el poder, pero sin rumbo y sin proyecto. El viejo y mezquino “quítate tú para ponerme yo”. Este cortoplacismo comete el error de solo ver las próximas elecciones pero no el futuro; y al señalar falsos culpables, encubre y protege, lo sepa o no, a los verdaderos causantes de nuestras desgracias: a los órganos de inteligencia que se especializan en desestabilizar gobiernos insumisos; al neoliberalismo rampante con sus grandes especuladores y corruptos; a los intervencionistas descarados contra las naciones débiles; a las grandes mafias del narcotráfico mundial. Quienes tal hacen, demuestran palmariamente que no saben o no quieren decir de dónde vienen los males y cuál es el remedio. Nos proponen, pues, saltar de la sartén para caer en la lumbre, y eso no es nada digno de aplaudirse y menos de imitarse.