Celaya, Gto.- Lo mataron por lo menos tres veces, pero en realidad fue la cuarta la real y el causante el tren. El Tavo fue un ícono en la ciudad, pues aunque lo tildaban de un retrasado mental, tenía una gran memoria, tanta que recitaba muchos de los nombres de las secretarias que trabajaron en la presidencia municipal allá por los años 80s.
De hecho, ya El Tavo tenía la premonición, pues sobre la calle de Quintana Roo y las vías, cerca del Buen Tono, lo atropellaron autos dos veces con diferencia de una cuadra.
Una fue en la esquina de juan Bautista Morales y la otra en Diego Arenas Guzmán en la colonia Zona de Oro 1, con diferencia de algunas semanas, mientras se repuso de las lesiones en el hospital.
Lo conocí a mediados de los años 70s, llegaba a la presidencia y recorría todas las oficinas y se detenía con la secretaria del alcalde en turno “La Guille” como siempre le llamó, e incluso se atrevía “acompañarla” para cruzar el jardín, mientras seguía con la mención de los nombres de las personas, hombres y mujeres con las que se encontraba.
A mi me decía “El Checo”, y cuando podía me decía, “píchame una cheve” y normalmente no se le negaba.
No faltaba normalmente a los partidos de futbol sábados o domingos, en los campos llaneros en los que tenían encuentros los integrantes del equipo de los abogados, los que realmente lo tenían como “mascota”, porque era su representante ante los rivales.
Se hizo afecto al consumo de cerveza, bebida que siempre circuló en los campos de futbol, con triunfo o derrota, y aunque no le daba importancia al hecho, se iba a casa alegre o contento por lo menos.
El problema fue con el paso del tiempo, y el excesivo consumo de la bebida de moderación, le produjo ácido úrico y en articulaciones en los pies, rodillas y visibles en el codo derecho por lo menos, lo que le produjeron deformaciones que nunca le impidieron continuar con su estilo de vida, de visitar los lugares en los que sabía había amigos que le invitaran sus “cheves”.
Cuando por el tiempo y los futbolistas comenzaron a retirarse del deporte por la edad y los achaques del padre tiempo, siguió a varios por los lugares de reunión y uno de los principales fue “Gabinos Bar”, en donde iban abogados, el médico legista, contadores y funcionarios de la presidencia, a los que siempre les pidió “píchame una cheve” y siempre bebió a costa de todos que nunca se las negaron.
En “Gabinos” le tenían asignada una silla especial para que no molestara a los clientes, porque tenía por costumbre sentarse entre los grupos e interrumpir las pláticas que molestaban a la clientela, y pedían a los meseros que lo retiraran.
Con su partida, se pudo conocer que el “Tavo El Galán” tenía como verdadero nombre Gustavo Navarro y que contaba con 66 años y que en su niñez vivió en Quintana Roo entre Leandro Valle y Abasolo, pero al paso del tiempo, sus familiares se mudaron a la colonia Valle del Real y por ello, siempre hacía el mismo recorrido sobre Quintana Roo para llegar a su casa.
Fue un ícono de la ciudad, no cabe duda y ahora que descanse en paz, cerca del día de muertos…




