Opinión

DOBLE O NADA La ciudad perdida

Por: José Luis Ramírez

La gente se levanta todos los días muy temprano para trabajar y asegurar su futuro, la ciudad se despierta con el ruido de los motores de los autos y de los autobuses, las casas se iluminan con luz artificial, los ciudadanos calientan el agua, preparan alimentos en la cocina, algunos planchan ropa, pero todos quieren un lugar en la fila del futuro.

Cada centímetro de comodidad se lo hemos arrancado a la naturaleza a bajo precio. Compramos agua, luz, combustible, alimentos, casas, carros, vestido, y a veces una interminable lista de cosas lujosas que no necesitaremos nunca. Trabajamos para comprar un pedacito de presente, y de cierto, también de futuro, con un tamaño suficiente para que quepa nuestro cuerpo, cuando frio y rígido no pida más que una oración en silencio.

Nuestra ciudad, se está muriendo como miles de ciudades de todo el mundo, y nosotros insistimos en exprimirle cualquier soplo de vida, hemos confundido comodidad con eternidad, hemos invertido los conceptos, creemos que la vida es eterna y la comodidad también. Eso es falso. Pero los políticos, pregoneros de la mentira, la anuncian y la envuelven como promesas y algunas,  se materializan en medio de la fatalidad.

La construcción del Puente de Irrigación, se realizaría porque a decir de la ciudadana Paniagua, fue su promesa de campaña. Y solo abonaré una idea, quienes votaron por ella, la mayoría no tiene auto. Y de una lista nominal, sus votantes serían menos de 1 sexta parte. En un anuncio futurista, señalan que circularían 20 mil vehículos por día –o sea, miles de votantes de una ciudad y de una próxima elección perdida-.

Su promesa de campaña tendría mínimo, un costo de 283 millones de pesos, concretamente será pagada con impuestos. Es decir, se fondea una obra partidista con el tributo ciudadano, y se destina para agradecer a los votantes del Pan. A pesar de la carencia de dinero, fue priorizada por el Consejo Consultivo para el Seguimiento y Aplicación de los Impuestos sobre Nóminas y Cedulares del Estado de Guanajuato (COSAINCEG).

Como usted la sabe, la obra pública debería contemplar una función de utilidad, pero también de rentabilidad social. Una política pública “es un comportamiento propositivo, intencional, planeado, no simplemente reactivo, casual”. La construcción de puentes debería estar enmarcada en un proyecto de movilidad y desarrollo urbano a corto, mediano y largo plazo de toda la ciudad. Pero, no es así. La construcción de los puentes –mas allá de las barbaridades y latrocinios cometidos en la construcción-, solo ha servido para evadir a una empresa privada, que circula y atropella nuestro derecho de tránsito, al estrangular entradas y salidas de nuestra ciudad.

Pagamos con impuestos, puentes que tienen la función de dotar de generosa comodidad el libre tránsito de un ferrocarril-, que circula a costillas de los ciudadanos. Si existe una reiterada acción de construir puentes, significaría que forma parte de una política pública para resolver una problemática social, pero en este caso, es el revés, se usa dinero público para resolver una problemática de una empresa privada de transporte.

La ciudad se ha llenado de puentes con costos de cientos de millones de pesos para brincar el ferrocarril, el crecimiento de la ciudad lejos de obligarlo a una retirada, lo evita con moles de concreto en perjuicio de un ambiente sano.

Prácticamente, los ciudadanos le estorbamos al ferrocarril, y vamos brincándolo sin pensar en el enorme costo económico, social y ambiental que esto significa, y desde luego, sin resolver de fondo el problema, que sería el sacar al tren de la ciudad.

El asunto ambiental, se ha visto reflejado en la construcción del puente de irrigación. Celaya, que es un llano sin sombra, ha conservado por pura casualidad, algunas zonas arboladas, que tienen un aporte ambiental muy importante. Debo decirle, que en un análisis del Ingeniero Jorge Enrique, cada árbol que ha sobrevivido en los últimos 25 años,  tendría un costo real, de mercado, de 200 mil pesos, mas allá de su valor ambiental. Y le doy una referencia, los arboles sembrados en avenida Lázaro Cárdenas, el año pasado, tuvieron un costo de dos millones de pesos, con una talla de un par de metros, y con no mas de tres años de vida. Sobrevivir 22 mas, es casi imposible.

Las sumas y restas, como una fórmula para definir una política pública de reforestación, son ridículas frente a la deforestación, y en su caso la tala de árboles. En Irrigación para la construcción del brincolín de cemento, se pensaba arrasar con toda la zona arbolada. Al contabilizar los árboles se encontraron 157, de los cuales se retirarían 119,  62 serían trasplantados y 57 talados.

La afectación al medio ambiente en esa zona sería brutal, por eso las voces de los ciudadanos se levantaron para impedir la deforestación, y la tala indiscriminada e irracional. Y lograron detenerla. La ciudadana Paniagua, hizo malabares para que las denuncias sobre la depredación de árboles, no encendieran los reflectores sobre el brincolín de cemento, que presumiblemente le salvaría el pellejo electoral del 2021.

La ciudad de Petrogrado, Leningrado, Estalingrado, hoy llamada San Petersburgo, fue la capital del imperio ruso, durante siglos se le conoció como la “Venecia del Norte”, debido a sus más de 400 puentes que atraviesan los numerosos canales que por ella pasan. La circundaban decenas de afluentes del río Neva, que había llegado cientos de años antes, era imposible sacar al río de la ciudad, pero a cambio los puentes fueron hechos para embellecer la ciudad y generar una movilidad eficaz.

Nuestros abuelos pusieron los rieles de un sueño de prosperidad y futuro cajetero que ha terminado, hoy nos toca a nosotros quitarlos porque nos ahogan; construir puentes es lo mismo que poner rieles, terminaremos por perder la ciudad. Los árboles, y el llano baldío lo saben. La plancha de cemento quema el futuro, los vehículos no serán para siempre, ni nosotros tampoco.

 

Revolcadero. La ciudad está muerta de miedo, el pánico llega con las sombras de la tarde y la ciudadana Paniagua lo niega. ¿Tendrá un pasaporte de inmunidad?