DOMINGO NEGRO
Por: José Luis Ramírez
Eran las 10.15 de la mañana del domingo 26 de septiembre de 1999 cuando una explosión sacudió a Celaya, el ruido y la vibración se sintió en un radio de 10 kilómetros. Una nube de fuego y humo acompañada de trozos de papel salía de las calles de Antonio Plaza y Felipe Ángeles. Las calles del mercado tradicional y de la central camionera se llenaron de escombros en segundos. El olor a muerte y pólvora se regó por toda la ciudad.
La esquina de Antonio Plaza Y Felipe Ángeles estaba destruida, los negocios de comida, abarrotes, pañales desechables con venta de cohetes estaban derruidos. La Cruz Roja, los Bomberos, Protección civil, y periodistas de todos los medios no tardaron en llegar. Nadie imaginaba la magnitud de la tragedia, ni lo que vendría después. Rafael Pinzón, narraba la crónica de los sucesos desde el lugar de los hechos, la voz se le quebraba, pero advertía del grave peligro que se encerraba en esa zona.
Los bomberos llegaron e intentaron apagar el fuego, los socorristas atendían a decenas de personas heridas y mutiladas, que recostadas sobre las banquetas se lamentaban y pedían ayuda. La prensa tomaba las primeras imágenes de la explosión. El domingo se empezaba a teñir de negro. Rafael Pinzón, llamaba a abandonar el sitio, y refería de “gente destrozada” en la calle, y la necesidad de donar sangre.
Vino la segunda explosión, si la primera llenó espanto los ojos azorados de la gente que ayudaba en el rescate de las víctimas y los muertos, ellos mismos fueron sorprendidos y cayeron fulminados por una explosión que rompió paredes, levanto por los aires carros, camionetas, restos de metal y cemento volaron por los aires convirtiéndose en instrumentos de muerte y desolación.
Mario Sepúlveda, miembro del equipo de bomberos voluntarios del M-3; Cristina Camarena -la Reyna de la Cruz Roja-, Juan Rodríguez, y Jesús Revilla Sánchez, los tres socorristas voluntarios fueron alcanzados por la onda de fuego y murieron al momento. Sus vehículos estaban cubiertos de escombros después de haber sido levantados por la onda expansiva de la explosión. Leonicio Lira, fotógrafo del Sol del Bajío, tomaría la última imagen de su vida, para caer muerto entre los escombros.
Hubo una tercera explosión y luego Celaya s envolvió en la pesadumbre, en la confusión, el miedo y el lamento. Ese mismo día a las nueve de la noche, se informó 60 muertos y 348 heridos, de los cuales 56 decesos fueron en el lugar de los hechos y cuatro más en hospitales, mientras que 267 de los heridos fueron dados de alta en las primeras 24 horas y 81 presentaron heridas de mayor gravedad.
En el boletín 328/99 de PGR, los peritos concluyeron que el primer estallido se originó en el interior del negocio denominado Abarrotera Celaya, el cual almacenaba en forma inadecuada una gran cantidad de artificios pirotécnicos.
La segunda explosión se produjo cuando ya se realizaban maniobras de rescate, al estallar otra serie de artificios pirotécnicos almacenados dentro del “Depósito de Fábrica de Pañales”. Según el peritaje, la explosión en este lugar fue provocada por materiales en estado incandescente, calor y humos generados y desplazados durante la primera explosión.
A 19 años de haberse suscitado esta tragedia, las secuelas de esos hechos aun perviven no solo en la memoria sino de manera física en personas que aun requieren apoyo medico especializado. Los familiares de las victimas todavía traen sobre sus espaldas el peso de la ausencia de sus seres queridos. Las cifras se cerraron en 72 fallecidos y mas de 350 heridos y afectados por la explosión del domingo negro.
Durante 19 años, hubo dos polos que no pudieron conciliar, por un lado el Movimiento Ciudadano encabezado por el maestro Florencio Lopez, fallecido hace un año, y por otro lado, el Partido Acción Nacional y la élite eclesiástica, que se empeñaron por todos los medios en sepultar la memoria y el recuerdo de los hechos del domingo negro, con la intención de eliminar las huellas de la corrupción de los funcionarios del Pan, que propiciaron una de las mayores tragedias de las que se tenga historia en nuestro país.
La historia de Celaya tiene un capitulo imborrable relacionado con la explosión del 26 de septiembre de 1999. El domingo negro, es un referente histórico. Creo que estos hechos deben ser considerados de manera institucional, y sin agravios ni rencores deben ser expuestos. El próximo año, se cumplirán 20 años de esta tragedia. Ojala lleguemos a esa fecha con un espacio dedicado a este suceso en el Museo de Historia de nuestra ciudad, igualmente, con la creación de un espacio de Memoria en el sitio de los hechos. Debemos derrumbar los muros de la incomprensión, y tejer la solidaridad más amplia con los afectados y aun heridos de ese fatal día. Celaya, tiene que curar esa herida, es tiempo para ocuparnos de ello.
REVOLCADERO.
Doña Juana García Vázquez, este año realizó el rosario por las víctimas del domingo negro. Durante 19 años ha tenido presente la ausencia de Pedro Ávila García, quien fuera oficial del grupo motorizado pantera. Al igual que ella, otras 71 personas recuerdan en silencio y con oraciones a sus seres queridos. Creo que existe el perdón, para quien lo pide, pero no el olvido.




