Opinión

“Abuelas esclavas de un amor mal entendido”

Silvia María Calvo Benítez

Existe un síndrome grave que afecta a mujeres maduras sometidas a una sobrecarga física y emocional, que origina graves desequilibrios que son progresivos, y pueden ser somáticos y psíquicos; y lo peor, es que éste es un fenómeno muy frecuente en nuestra sociedad, y la mayoría de nosotros desconocemos su existencia y no descubrimos el grado de sufrimiento y el deterioro paulatino de la calidad de vida de la afectada y de su entorno familiar; e incluso este triste padecimiento, puede ser potencialmente mortal.

                Este conjunto de síntomas característicos de enfermedad al que me refiero, se denomina: “Síndrome de la abuela esclava”; el cual es difícil de diagnosticar, especialmente en culturas como la Mexicana; debido a que hemos “normalizado” o “regularizado” el hecho de que una Mujer por su sola condición de ser Mujer, automáticamente está programada y obligada a cuidar a todo el mundo; y qué imagen existe, que sea la más dulce y que simbolice: protección, ternura y cariño incondicionales, y hasta una pizca de dotes de consentidora, que una Abuela; no hay más. Las Abuelas son todo eso para nosotros, y en muchos casos son un salvavidas, aún a costa de su propio bienestar.

                ¿Y a qué me refiero cuando digo que nuestras Abuelas a veces son percibidas como un salvavidas?

                A que ellas han sido mal educadas bajo la premisa de que ellas son Súper Mujeres que pueden con absolutamente todo y al mismo tiempo. Pero… ¿Esto es real?

                Por supuesto que no; las Abuelas son Mujeres de Mayor Edad que a pesar de que puedan gozar de un estado de salud general, aceptable; son personas que deben considerar que han comenzado a ver reducidas algunas de sus habilidades o aptitudes de antaño, por el simple transcurso del tiempo o de alguna enfermedad que las pueda aquejar; y que no por esos motivos son menos mujeres o son malas madres o malas abuelas o malas suegras; simplemente son seres humanos encantados de querer a su familia y felices de proteger y atender a sus amados nietos, a los que cuidarán cuando puedan y cuando así deseen hacerlo. Porque antes de delegarles esa clase de obligaciones –a las cuales incluso por ley, pudieran llegar a tener el deber de atender-, hay que analizar si nuestras Abuelas son aptas para tales tareas y si ellas pueden organizar su propio proyecto de vida de modo tal que no las perjudique, y puedan asumir esas otras obligaciones sin que esto les ocasione perjuicio alguno.

                No dejo de admitir que hoy en día, la mayoría de familias Mexicanas no  cuentan con recursos económicos suficientes para pagar a una niñera o a una guardería; sin embargo, no por el hecho de que la  Abuela salvavidas, no cobre por sus valiosos cuidados; o porque nos resulta cómodo que los hijos permanezcan con ella ya que es digna de absoluta confianza; o porque podemos aprovechar el inmenso amor que la abuela tiene a los padres o a los nietos, por el cual nunca nos dará un no como respuesta; debemos abusar del apoyo y amor incondicionales que estos entes protectores nos proporcionan.

                Ahora bien, todo lo anterior es tema que concierne a las familias de las Abuelas Esclavas; sin embargo, ahora debo dirigir mi mirada hacia la propia víctima de maltrato, como incluso ha sido reconocido por la Organización Mundial de la Salud.

                Nuestras abuelas, como ya lo dije, se sienten responsables del cuidado de la familia porque así se les ha inculcado; porque se les ha dicho desde niñas, que por ser Mujeres deben ser ángeles guardianes que no necesitan nada, más que vivir para servir; y obviamente, servir siempre sin la osadía de pensar que tal vez alguien pueda decirles gracias en algún momento de su existencia, aunque sea por error.

                Luego entonces, ese rol lo han asumido por la influencia y formación –o mal formación- que han recibido desde que pisaron este mundo envueltas en un envase de Mujer. Sin embargo, este problema de salud tiene otro aspecto que al final resulta el más importante, porque ahí puede estar la principal solución para este Síndrome: el fuero interno o fuero de la conciencia. Es decir, la libertad de la conciencia de estas Abuelas, para aprobar las buenas obras y reprobar las malas; y en este caso, nos enfocaríamos en la capacidad que tienen para reprobar lo que es malo no solo para el resto del mundo, sino para ellas mismas; lo cual les puede ayudar a descubrir que esa actitud de servicio gratuito al prójimo a perpetuidad, ningún beneficio les puede acarrear.

Sin embargo, y en virtud del inmenso amor que estos seres maravillosos profesan a sus hijos y a los retoños de sus hijos; las Abuelas Esclavas, en la mayoría de los casos,  se empeñan en seguir regalando todo lo bueno que tienen,  no solo porque así las programaron para actuar; sino porque consideran que prodigando esos cuidados incondicionales e inagotables, seguirán siendo consideradas como personas “útiles”, que todavía “sirven para algo”; con lo cual siguen forjando esas cadenas que las atan a una rutina que ya no encaja con su nueva etapa de vida, para que esta etapa, sea plena y feliz; y sobretodo les afecta sobremanera, en su calidad de vida.

Y el triste panorama que he planteado en el párrafo anterior, se opaca aún más si recordamos que en nuestra cultura androcéntrica, se nos enseña que la Mujer es la cuidadora natural; mientras que los Hombres, y en este caso se incluye, obviamente, a los Abuelos, los varones asumen el papel de cuidador, únicamente cuando ya no existe o no se encuentra disponible, algún miembro Femenino de la familia; ya que regularmente, si los Abuelos se involucran con los nietos, por lo general sus actividades están más bien orientadas a la diversión o al esparcimiento, sin que de ninguna manera el varón se sienta moralmente o socialmente “obligado” a cumplir con todos los deberes que puede implicar el cuidado de una niña o de un niño; y mucho menos se ve sometido al escrutinio público para ver si él es un buen padre, abuelo o suegro, porque “Él es hombre” y por lo tanto ha sido liberado por gracia divina de todo esa carga que pesa sobre las Féminas.

Una vez dicho esto, es conveniente mencionarles para que estén alertas;  que las manifestaciones físicas que presentan las Abuelas Esclavas son: hipertensión arterial; padecimientos metabólicos, como la diabetes; sofocos, taquicardias, dificultad para respirar, mareos, hormigueos, desvanecimientos y molestias paroxísticas; así como cansancio, debilidad y/o decaimiento; y caídas fortuitas. Mientras que las manifestaciones emocionales que presentan son: malestar general; ansiedad, tristeza, desánimo y/o falta de motivación; sentimientos de culpa ocasionales, por los malestares que presentan; e incluso, en momentos de crisis pueden pensar en el suicidio como la única salida a sus malestares.

Así mismo, quiero comentarles sobre los factores predisponentes para padecer este Síndrome, con el fin de que prevengan este tipo de situaciones, en pro de la salud física y mental de nuestras Abuelas; siendo los más factores más frecuentes: la realización de trabajos o actividades extra-domésticas, además de las labores del hogar regulares que la Mujer Adulta Mayor pueda realizar, como sería en este caso, el cuidado de los nietos; pertenecer a una familia numerosa; tener familiares incapacitados o enfermos a su cargo; y la acumulación de obligaciones (reales o que la Abuela supone que tiene).

 Como se puede ver, este Síndrome produce mucho estrés, lo cual se traduce en reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos, a veces graves; siendo las principales consecuencias de toda esta tensión provocada por situaciones agobiantes: el cansancio emocional (sentimientos de agotamiento); despersonalización (actitud fría y distante); y baja realización personal (insatisfacción y descenso de la autoestima).

Y una vez que hemos hablado brevemente sobre lo que entraña este horrible Síndrome, encontramos algo bueno; que la solución está en las manos de las familias de las Abuelas Esclavas y en las de ellas mismas. Sólo hay que tener respeto por el lugar que ocupa cada uno de los miembros de las familias y no perder de vista cuáles son las verdaderas obligaciones de cada quién.

Las Madres y los Padres son los  genuinos responsables de sus descendientes; y solamente, cuando la salud física y mental;  el proyecto de vida personal; y la voluntad de hacerlo, que puedan llegar a tener una Abuela y un Abuelo, para hacerse cargo de sus queridos nietos; les permita a estos Adultos Mayores asumir esa enorme responsabilidad; podremos recurrir a ellos para solicitar su ayuda en ese sentido; y si contamos con la fortuna de que nuestra petición sea aceptada, debemos indefectiblemente, ser conscientes y  hacer conscientes a las Abuelas y a los Abuelos, de que el cuidado a brindar, deberá ser en la medida que sus capacidades se los permitan; siempre atentos a los límites físicos o emocionales que debemos respetar; y que si no es posible que cumplan con la hermosa tarea de la crianza de las niñas y los niños, de la misma manera y con el mismo ímpetu con los que lo hicieron en su juventud con los hijos propios; dichos cuidados tienen no sólo el mismo valor de aquélla época, sino que incluso éste se ha aumentado, porque cumplirán con deberes en calidad de ayuda, de favor, pero sobretodo, en calidad de una muestra de amor invaluable, hacia su familia.