Jeremías Ramírez Vasillas
La versión cinematográfica de este libro me hizo recordar a uno de mis alumnos que cuando les pedí un resumen de un libro, me entregó un texto ni sentido. Lo que hizo el estudiante fue recortar oraciones y las pegó una tras otras, sin ilación.
En la adaptación fílmica de este libro es una selección de fragmentos del libro de modo que no se logra entender el porqué de ciertas acciones, hasta que leemos el libro y obtenemos los fragmentos narrativos ausentes en la película.
El inicio de la novela no me gustó. Me pareció interesante que el narrador fuese la muerte, pero el autor no logra darle consistencia. Hay muchos momentos en que no se siente, ni se oye como la muerte, sino que parece un narrador omnisciente, nada más. Sólo hace patente su presencia hacia el final, cuando las bombas caen implacables.
Ladrona de libros no es una gran novela, quizá sólo un buen producto para el mercado, quizá por ello es atractiva, emotiva, y logra seducir con un personaje encantador que rescata el libro: Liesel Meminger, encanto sobrecargado que endulcora una de las etapas más oscuras del pueblo alemán: el odio, persecución y exterminio de los judíos, principalmente, pues le pone chispitas de chocolate a la tragedia exagerando las bondades Liesel y de su familia adoptiva. Y en momentos la narración se alarga sin necesidad e introduce, sin justificación, acciones inverosímiles. Y minimiza la barbarie y la crueldad de esa guerra en la ciudad ficticia de Molching. Es decir, hace una versión light de cómo vivieron la guerra los alemanes de a pie que no estaban de acuerdo con Hitler.
El autor tenía la oportunidad de hundir más las tenazas de la imaginación en esta tragedia, que ha sido un filón inagotable de libros, novelas, películas, dramas, poemas, testimonios, ensayos, sin que se haya podido agotar el tema, pero no lo hizo.
A su favor podemos decir que pudo haber caído en la sensiblería, es decir, en una narración lacrimógena y melodramática de una niña arrancada de su madre y enviada a vivir con una familia adoptiva; adopción, se entiende, temporal, por motivos de la guerra, pues sus padres habían sido castigados por ser comunistas y les habían arrebatado a sus hijos, pero se contuvo el autor y eso se agradece.
El arranque de la novela es muy dramático: Liesel y su madre biológica viajan en tren. La señora lleva a sus dos hijos para que sean acogidos por una familia de Munich, pero el niño muere en el camino y en un solitario campo nevado es depositado en tierra. Un joven enterrador un tanto descuidado se la cae su manual de enterrador, y Liesel lo recoge. Es el primer libro que “roba”, aunque más bien, recoge.
La familia que la acoge son los Hubermann conformado por una pareja singular de ancianos: Hans, un pintor de casas y acordeonista de fines de semana, hombre afable y paciente; y Rosa, una mujer huraña de agrio carácter, que se expresa con palabras ofensivas a diestra y siniestra. Ambos la consideran de inmediato como hija de la familia y le exigen que les diga: mamá y papá. Y en verdad, se convierten en muy buenos padres adoptivos. De la madre biológica no se sabe más.
Cuando Lisel llega a Molching entabla una buena relación con Rudy Steiner, un niño que se enamora de ella, y se convierten en grandes amigos y ambos vivirán diversas aventuras: aguerridos juegos de futbol, robo de manzanas, dulces, libros o comida, competencias deportivas y enfrentamientos con los militares nazis, —enfrentamientos un tanto inocentes— y el robo de libros.
La vida de Liesel transcurre en un ambiente de guerra latente, de odio a los judíos, de estupideces de las autoridades, de quema de libros, pero son estos objetos los que llega pronto a amar a pesar de que no sabe leer y es el noble Hans quien le enseñará a leer y pronto se convertirá en una gran lectora de manera sorprendente e inverosímil.
La familia Huberman pasa, en este periodo bélico, por muchas dificultades derivadas de la falta de empleo de Hans (razón por la que Rosa se dedica a lavar ajeno), y tienen que padecer escasez de alimentos y de muchas cosas indispensables. Pero todo esto se volverá más tenso, más riesgoso por la llegada a la casa de los Hubermann de un personaje singular que ellos no conocían: un joven judío, Max Vandenburg, que se ven obligados a darle refugio. Para protegerlo lo mantienen escondido en su sótano. Y viven atemorizados de ser descubiertos o que su conducta los delate. Sin embargo, poco a poco van acomodándose y superando el miedo y en poco tiempo logran recuperar un estilo de vida casi similar a la que tenían antes de la llegada de Max.
¿Pero quién es Max y por qué le dan refugio? Max es el hijo de un antiguo compañero de milicia de Hans quien, durante la I Guerra Mundial, lo salva de morir, pues un día, cuando deben salir a combate, el comandante pide un voluntario con buena letra. Esas tareas adicionales generalmente son desagradables y nadie quiere aceptar, pero el padre de Max le dice que su amigo Hans tiene buena letra (aunque no es verdad). De modo que Hans se queda y el pelotón sale a pelear y todos, ese día, caen en combate. Cuando las autoridades le envían a la familia del padre sus pertenencias, no le mandan el acordeón, sino que se lo dan a Hans. Cuando la guerra termina Hans va a entregar el acordeón, pero no lo aceptan: hay muchos acordeones en esa familia. Hans se compromete a ayudarlos en lo que sea. Nunca le cobran el favor hasta que Max llega una noche, hambriento, temblando de frío, a la casa de Hans.
Cuando todo parece estar saliendo de maravilla, Hans comete un error: le da un mendrugo de pan a un judío cuyo grupo llevan hacia un campo de concentración. Los soldados nazis se enojan y lo reprenden, y es azotado. Hans cree va a ir a catear su casa. Y Max abandona la casa. Hans queda destrozado por no cumplir su promesa. Además, Max se ha vuelto entrañable para todos, especialmente para Lisa con quien ha entablado una estrecha amistad.
Pronto los bombardeos harán más tensa y dramática la vida de los habitantes de Molching y en uno de esos bombardeos mueren casi todos. Lisa logra salvarse.
Cabe señalar que la novela está escrita en diez partes, y cada parte tiene un título de un libro, libros que Liesel ha ido robando de la pila de libros que no lograron quemarse o de la biblioteca de la esposa del alcalde, libros que lee con Max, con Hans o que ella les lee a los atemorizados vecinos cuando se refugian en los sótanos habilitados como refugios antiaéreos.
El libro tiene como un condimento adicional la fragmentación de la narración con pequeños sub capítulos y estos, a su vez, con pequeñas acotaciones explicativas de palabras o de personas o de hechos, que permiten que la lectura no se vuelva monótona y pesada.
Si me dieran a escoger entre el libro y la película, me quedo con el libro por los pasajes entrañables y de intenso dramatismo.
Este libro está de nuevo circulando en las librerías y en los centros de autoservicio, así que, si este breve comentario le motiva a leerlo, no se le dificultará conseguirlo.