De Juan Gabriel ya sabíamos muchas cosas. Su nacimiento en Parácuaro, Michoacán, su temprana orfandad de padre, que orilla a la familia a migrar a Ciudad Juárez cuando el futuro ídolo era solo un niño. Su sensibilidad musical desde temprana edad, que chocaba con el carácter de su madre y de sus hermanos. Es precisamente ese rechazo por parte de su madre, el que lo hace tratar de complacerla siempre, colmándola de regalos. Su viaje a la Ciudad de México, como dicen “con una mano adelante y otra atrás”. La búsqueda de realización, cantando donde podía y su trágica prisión en el llamado Palacio Negro de Lecumberri, acusado de robo.
Quién iba a pensar que su estancia en ese lúgubre lugar le daría un golpe de suerte, pues el director de la prisión era amigo de Queta Jiménez “La Prieta Linda”, quien al oírlo cantar y descubrir su talento como compositor, lo impulsará hasta que Juan Gabriel se encargó de hacer el resto.
La recién estrenada serie de Netflix Debo, Puedo y Quiero, dirigida por María José Cuevas, es una verdadera joya por el material inédito que nos comparte. Juan Gabriel se encargó de grabar y fotografiar infinidad de acontecimientos, tanto públicos como privados, como si fuera un influencer, pero sin redes sociales. El Divo de Juárez en conciertos, hablando telefónicamente con María Félix (breve, pero valiosísima), platicando con Carlos Salinas, jugando con sus hijos y un interminable etcétera.
Material desconocido hasta ahora y que fue cuidadosamente seleccionado por la producción, para destacar lo más relevante.
Descubrimos por ejemplo las dificultades que enfrentó antes de cantar por primera vez en Bellas Artes, pues las críticas de la comunidad artística no concebían que un cantante popular pusiera un pie en ese recinto sagrado. El presidente lo ayudó para destrabar el asunto, pero el director de la orquesta se negó a participar, lo demás es historia. Juan Gabriel nos regaló una de las presentaciones más extraordinarias de las que se tenga memoria.
Conoceremos también su gran relación con María de la Paz Arcaraz, su mánager, misma que por diferencias termina de manera abrupta; lo mismo con la gran Rocío Durcal, a quien encumbró, pero de quien terminaría alejado para siempre.
Hay una plaza de toros en Mexicali muy famosa, su nombre es La Calafia. Allá fue Juan Gabriel a ofrecer un concierto en 1986 y justo cuando interpreta el tema “Yo no sé qué me pasó”, una jovencita canta desgarradoramente desde la primera fila, con un sentimiento profundo. Se llama Alicia González, hoy viralizada casi cuarenta años después del evento y quien orgullosa se dice fan eterna de Juan Gabriel.
El llamado Divo de Juárez se abrió camino en un México bronco, conservador y machista que sin embargo sucumbió ante su talento y su natural forma de ser.
Véanlo, disfrútenlo y recomiéndenlo.
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