Opinión

“Mujer: Prohibido Sentir”

LIC. SILVIA MARÍA CALVO BENÍTEZ

El pasado 8 de marzo, se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, el cual forma parte de un movimiento en pro de los derechos femeninos, el cual tiene antecedentes diversos.

 

El primer Día Internacional de la Mujer, tuvo lugar el 19 de marzo de 1911, en varios países de Europa; y en ese primer encuentro, participaron más de un millón de almas que pugnaban por su Derecho: al voto; a la ocupación de cargos públicos; a la formación profesional; al trabajo; y a la no discriminación, por el mero hecho de ser mujer.

 

Posteriormente, aconteció algo importante en la historia humana, como lo fue la suma o adhesión a la defensa de la mujer y de sus derechos, que hace la Organización de las Naciones Unidas en 1945; cuando se firmó en San Francisco, California, una carta que constituye el Primer Acuerdo Internacional que defiende la igualdad de ambos sexos como Derecho Fundamental e Indiscutible.

 

Y como una de las medidas que desde entonces han tomado las Naciones Unidas, surgió la declaración del año de 1975, como el “Año Internacional de la Mujer”.

 

Es prudente mencionar que el 27 de diciembre de 1974; y antes de que comenzara el Año internacional de la Mujer, el Congreso de la Unión de los Estados Unidos Mexicanos, expidió dos decretos relativos a la igualdad jurídica de la mujer, que reformaron y adicionaron: tres códigos, cuatro leyes y la propia Constitución. Los decretos entraron en vigor el último día del año en cita; y los artículos constitucionales modificados fueron los siguientes:

-Artículo 4, en donde se incorporó la igualdad jurídica entre mujeres y hombres al señalarse que “el varón y la mujer son iguales ante la ley”; además se reconoció el derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y esparcimiento de los hijos.

-Artículo 5, en donde se estableció la libertad de todas “las personas” a dedicarse a la profesión, industria, comercio o trabajo de su preferencia.

-Artículo 30, en donde se permitió que también las mujeres pudieran transmitir el derecho de la nacionalidad mexicana a sus descendientes cuando contrajeran matrimonio con extranjeros; y

-Artículo 123, donde se estableció la igualdad entre la mujer y el hombre, al eliminar restricciones que les limitaba a desarrollar algunos trabajos; además se estableció: la protección de la mujer durante el embarazo; y el derecho a los descansos para maternidad y lactancia.

 

Ahora bien, ya que he hablado brevemente sobre la evolución de este movimiento en favor de la Mujer; se hace evidente que esta lucha pretende el reconocimiento, la defensa y el disfrute de los Derechos Humanos a los que todas somos acreedoras; recordándoles que dichos Derechos son:  fa­cul­ta­des, pre­rro­ga­ti­vas, in­te­re­ses y bienes de ca­rác­ter: ci­vil, po­lí­ti­co, eco­nó­mi­co, so­cial, cul­tu­ral, psí­qui­co, per­so­nal e ín­ti­mo, que po­see el ser hu­ma­no y que están re­co­nocidos en ins­tru­men­tos ju­rí­di­cos, na­cio­na­les e in­ter­na­cio­na­les; así como es oportuno mencionarles, que la finalidad de los mismos es pro­te­ger: la vi­da, la li­ber­tad, la jus­ti­cia, la igual­dad y  la in­te­gridad de ca­da per­so­na, fren­te a la au­to­ri­dad.

 

Y es precisamente, entre los Derechos Humanos de las Mujeres Mexicanas que están legalmente reconocidos, en donde encontramos los Derechos Sexuales y Reproductivos, específicamente en el artículo 4 cuarto de nuestra Constitución, en los que medularmente, se establece que:

 

“El varón y la mujer son iguales ante la ley. Esta protegerá la organización y el desarrollo de la familia.

Toda persona tiene derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y el espaciamiento de sus hijos…”

 

Sin embargo, y a pesar de que la ley nos protege en este sentido; desafortunadamente, una gran mayoría no estamos conscientes del alcance que tales dispositivos legales entrañan y su repercusión en nuestras vidas y en nuestra felicidad; y para revertir estos efectos adversos,  debemos aprender a separar a la sexualidad, de la reproducción.

 

La reproducción es lo que todos conocemos por engendrar y en consecuencia tener hijos; mientras que la sexualidad, implica una propensión de las personas para obtener placer a través de su cuerpo, siendo mujer u hombre.

 

Y en cuanto a este último tema: la sexualidad, nos encontramos con el gran problema en nuestra sociedad mexicana: los tabúes o los prejuicios que se tienen al respecto; todo lo cual hace que las mujeres puedan ser o sean: insultadas, reprimidas, señaladas, difamadas, segregadas; despreciadas; o incluso abusadas, sexualmente.

 

Y esto es así, porque en nuestro país, una mujer que se sabe dueña de su sexualidad por estar debidamente informada, y la ejerce y la disfruta con conocimiento de causa; en la mayoría de los casos no se considera una mujer “decente”; ni es un “buen ejemplo”; ni mucho menos puede pensarse que sea una “buena madre” o una “buena esposa”. Sino todo lo contrario; casi casi, le ponen las cruces por delante y fingen demencia ante su presencia.

 

Y ¿Por qué? Porque hemos crecido con estereotipos, que nos atormentan la existencia, ya que nos  proporcionan imágenes o ideas fijas sobre lo que debe ser una “buena mujer mexicana”;  ideas que en muchos casos son falsas o erróneas.

 

Pero ahora que tengo la oportunidad de hablar, no la voy a desperdiciar; por lo que quiero concluir gritando, que estoy cansada:

 

De las muertes que se pudieron evitar por causa de las en­fer­meda­des relacionadas con el aparato reproductivo; siendo peor el problema, entre mujeres de escasos recursos que por consecuencia, tienen menos acceso a la información y a servicios de salud adecuados.

           

De los embarazos adolescentes por falta de educación sexual, para saber ejercer la sexualidad de manera responsable, los cuales aveces también tienen desenlaces fatales como la muerte materna o la orfandad;

 

De que no nos informen acerca de que todas tenemos derecho a elegir ser madres o no serlo, según nos haga felices la elección a tomar; y de que si optamos por no procrear, no somos pecadoras o delincuentes;

 

De que se nos impida utilizar algún método anticonceptivo en nuestra persona y/o en la de la pareja, por motivos sociales o religiosos; cuando a lo mejor ni siquiera estamos preparados para ser madre y/o padre; ni mucho menos para brindar a una hija o a un hijo, todo el amor y todo lo que necesita para una vida sana, digna y feliz;

 

De que se piense que una adulta mayor, por el paso del tiempo ha dejado de ser una mujer, y que ha perdido la capacidad  y el derecho de sentir y de  hacer sentir, emociones placenteras;

 

De que se formen niñas y niños abrumados con ideas que no les permiten conocer debidamente su cuerpo, para así aprender lo que es sano y lo que no es sano para ellos, en especial en materia de sexualidad; tema que debe manejarse con información de primera calidad y no sólo de acuerdo a la edad biológica, sino también tomando en cuenta el entorno social,  y la edad mental de cada pequeña o pequeño; pero sobre todo de que formen a nuestros infantes, bajo una óptica de que todo lo relacionado a la sexualidad es malo o sucio; cuando lo malo o lo sucio es la ignorancia y la perversidad de la mente de algunas personas;

 

De que se satanice o maltrate a mujeres enamoradas de mujeres, por el simple hecho de que ellas, vivan su felicidad; cuando lo hacen de manera responsable y sin dañar a nadie; ya que la felicidad es y debe ser siempre, el fin primordial de cualquier ser humano.

 

Pero sobretodo, estoy cansada de la violencia en cualquier modalidad,  y en especial estoy cansada, enojada y triste porque existe la violencia sexual; ya que no puedo concebir la idea de:  por qué, si el cuerpo humano está diseñado, no sólo para actuar a través del mismo; sino para pensar, y también para sentir; un acto tan hermoso y tan sublime como lo es un encuentro o un episodio sexual, incluso en solitario; en donde nos sintamos amadas o en el que encontremos agrado; constituya  un abuso o una agresión; puesto que dicho acto siempre debe ser: consentido, consciente y disfrutado, para que cumpla con su propósito, el de proporcionar Placer. Un placer sin culpa, ya que por la simple condición humana que tenemos, tenemos esa capacidad de experimentar a través de nuestro cuerpo; y por lo tanto, quiero que ninguna mujer piense que está prohibido…sentir.